Decía el escritor francés Gustave Flaubert: Amad el arte, pues de entre todas las mentiras es la menos mentirosa. Este mensaje era muy propio de los poetas malditos del XIX. Pero hoy estamos en el XXI, en Vigo, tiempo y lugar donde acabamos de ver cómo alguien que se dice artista ha pintado unas farolas mostrando, no la menor, sino la mayor de las mentiras: diciéndose estar a favor de las mujeres, y anunciándose como su defensor, ha llenado las farolas de desnudos obscenos de mujer y frases groseras, reduciendo nuestra dignidad femenina a reclamo ideológico, a simple casquería, a animalidad, a vaciedad, a cosa de consumo. Otra mentira mayúscula: llamar arte a algo que no es otra cosa que un panfleto publicitario con el que promocionarse la autora. Esta engañifa ya se conoce desde tiempos de Matusalén, y es la que han intentado seguir siempre todos los que han sido conscientes de que nada lograrían nunca por obra y mérito de su pluma, de su lápiz o de su cincel.

Como supongo que esta violadora del arte y de la dignidad de las mujeres estaría encantada de que se le censurase su trabajo, para así poder “victimizarse”, no voy a pedir desde aquí que se borre su enorme bodrio. Quedará ahí para su propia vergüenza, para tormento de todo Vigo, de visitantes y turistas, y para escarnio del ayuntamiento y de su regidor, que tendrán que padecer las carcajadas que hacia ellos dirigirán, cada día que permanezca en la calle esta espantosa agresión cultural, todos los artistas que componen el ateneo eterno de la historia del arte.