Hay una gran diferencia entre lo que se dice, lo que se “entredice”, lo que se quiere intentar transmitir, lo que se obvia y el resultado final. Y se conoce una típica alocución: “Una cosa es predicar y otra dar trigo”. Cuando no se sabe cómo atajar una situación, se recurre a multitud de estrategias. El aspecto de “cara de circunstancia” y la “sonrrisa de complicidad” suelen ser factores subyacentes.

Si en el trabajo nos pillan haciendo cualquier cosa menos trabajar (como deberíamos), la batería de excusas puede ser interminable y todas van revestidas del deseo para que se nos aplique “el bálsamo dulcificador” y no ser sancionados.

No cabe el estar dotados de derechos y carentes de obligaciones. Van estrechamente unidos.

La impresión que da es que entre el arriba y el abajo, la vara de medir tiene variopintos matices. Siempre, claro está, cuando el incumplimiento es patente y la pretensión es que se aplique ese “bálsamo”.

Me viene a la mente un ejemplo clarificador. Si la tubería se picó una y otra vez, si hemos llamado al profesional, abonadas las facturas, pero la tubería sigue siendo la misma, ... a ver un poco de sentido común. Saldrá más a cuenta (a la larga), cambiar la instalación.

Filosofar sobre el mal estado de la cañería tiene tanto sentido como no aceptar que 2+2 son 4, pero también la raíz cuadrada de 16. El mundo del “ilusionismo”, de la magia blanca tiene una fantástica cabida en menores de poca edad. En los más añejos, también, aunque ya se conozca el método, e incluso no dejemos de reconocer la habilidad de quien lo ejerce.

En su conocido libro “Multitudes Inteligentes”, su autor, el señor Howard Rheingold, dice, entre otras: “Todas las piezas del puzzle están en nuestro entorno, pero todavía dispersas”.

La pregunta que me surge es que ocurriría si, presuntamente, esas piezas estuvieran unidas y prestas a dar servicio. La historia de humanidad no es algo carente de sentido. Debiera resultar como ese diccionario del que echamos mano cuando desconocemos el significado de la palabra y de su valor.

Divagar pudiera estar muy bien, si el tema careciera de trascendencia. Me inclino a creer que no es el caso de hoy en día.

Insisto en que precisamos de altos profesionales conocedores de la materia, cumplidores de su cometido, responsables de los resultados finales. Y, en definitiva, que afronten tanto las alabanzas como las críticas (si procediesen).

La Medalla de Oro en unos Juegos Olímpicos la porta quien supo llegar el primero, a base de esfuerzo, entrenamiento y constancia; no de quién llegó el último, incluso aunque supiese argumentar su posición.

Recordemos que S. Freud escribió un tratado sobre la comicidad titulado “El chiste y su relación con el inconsciente”. En este tratado, afirma: “El humor es el triunfo del narcisismo. Es un triunfo contradictorio, porque está construido sobre la aceptación de su enemiga mortal. La realidad”.

Por todo ello, que no se nos venga con “chapuzas”, porque justificarían que –efectivamente– tienen ya cabida. Visto lo visto, está muy claro. Nada es lo que parece.