Este es un pequeño relato sobre esos dichosos límites personales que nos imponemos en el día a día sin saber que solo son mentales.

Estos días, una amiga íntima, en un momento puntual del día, me dijo “hazlo, no te pongas límites” y, efectivamente, en ese momento me estaba poniendo uno y en cuanto me dijo eso me dije: “Carla, por Dios... esto es una chorrada”... Y conseguí hacerlo.

Publico esta carta en un acto de generosidad para que hagáis todo lo que esté en vuestras manos para intentar superaros día a día sin represión mental.

Siempre que no se le haga daño al prójimo, vayamos viviendo superando barreras.