En un tiempo salimos a navegar en busca de materias primas y fundamos los burdeles. No sabemos si el primer establecimiento fue vikingo o cartaginés. Era un mundo muy grande y daba para mucho. Con el tiempo las madames se dieron cuenta de que aquello era un buen negocio. Para todos, claro. Y las madames vivieron a cuenta de otras mujeres, como en las películas de vaqueros. Por supuesto que nosotros encontramos oro, pero a fuerza de noches de vino malo, lo perdimos todo.

En otros lugares civilizados las mujeres educaron a sus hijas como buenas machistas. Y así de generación en generación hasta hoy. Es un circuito cerrado y casi perfecto. Siempre hubo luchadoras en la Revolución Francesa, sufragistas inglesas y demás. Pero aquí convenía seguir planchándole la ropa al señorito. Las propias madres educaban a sus hijas como fregasuelos o floreros decorativos con laca pestilente. Claro que hubo excepciones. Pero a Rosalía, Frida o Marie Curie les importaba bien poco los prejuicios de sus sociedades. Solo se vive una vez.