El precio de la energía eléctrica se asemeja más bien a una estafa bien orquestada. Sin duda, el precio fijado en las subastas diarias, aunque envueltas en un halo de legalidad, no dejan de sorprender al consumidor final.

A ver si me explico. La mayor parte de la energía eléctrica que se consume en España proviene de fuentes energéticas limpias y baratas, cuya producción proviene básicamente en las hidráulicas, nucleares y en los parques eólicos; pero estas no llegan a alcanzar el consumo diario que precisa la población española, y por tanto tenemos que depender aunque en menor medida de energías sucias como el carbón y el gas natural, estas últimas fuentes energéticas no solo tienen un elevado coste en el mercado de materias primas, a mayores están penalizadas económicamente por la emisión del carbono que emiten a la atmósfera.

Lo normal en una subasta es que se hiciese un promedio de los costes prorrateando las diferentes energías contratadas, con esa valoración real se reduciría sustancialmente el precio del recibo de la luz; pero no es así, a todas ellas le aplican el coste de la energía más cara.

Es como si fuésemos a una pescadería y compráramos un kilo de sardinas, dos de jureles y cincuenta gramos de percebes, y el pescadero nos cobrase todo el lote al precio de los percebes.

Hay demasiados culpables en este cambalache, pero solo los consumidores son las víctimas reales de esta situación.