No sé si a vosotros, pero a mí me pasa con relativa frecuencia. Muchas son las ocasiones en las que me siento sobrepasado por acontecimientos mundanos que nada o muy poco tienen que ver conmigo; al menos no directamente, aunque sí como especie.

Grupos terroristas atentando impunemente contra objetivos civiles, violencia callejera, insurrecciones, violaciones, motines, machismo, estafas y un largo etcétera goteante de cañadas forman parte de la cruz que lacra nuestra colectividad.

Si ponderásemos solo lo malo mereceríamos la extinción inexcusable del planeta.

Afortunadamente tenemos la otra cara de la moneda, la parte más amable, la que dulcifica el sustantivo de ser humano. Hombres y mujeres que se implican en ayudar a sus congéneres, la sonrisa inocente de un niño, el amor infinito de una madre. Somos de entre todos los grupos de animales que habitamos este mundo, los únicos poseedores del don de la conciencia y esa es la grandeza que nos hace humanos.