Uno de los lugares más peculiares en el Vigo de los 80 era el CEI Manuel Antonio. El hombre más delgado de Vigo paseaba por allí. Resultaba imposible verlo de canto. Los días de viento, había que ponerle lastre en los pies para que no saliese volando hasta Peinador. Eran habituales en la biblioteca, las más inteligentes de todo Vigo. Jugaba en la Laboral la chica más alta de Vigo. También el más alto. Con su voz asustaba a media Eurorregión. El pianista con más swing tocaba en la laboral. De Teis. Y el mejor violinista. Había un gran barítono. El mejor bocadillo de tortilla se tomaba en Vigo. También se forjaron grandes deportistas. Había que ser muy sufrido para jugar al baloncesto bajo el sol mientras te perdías una clase de matemáticas. Teníamos a la mejor profesor de Galego. Se había escapado de casa de sus padres con 15 años en moto.

Existía un grupo entre los mejores estudiantes de Vigo. Y entre tanto deporte bajo la lluvia , se daban los peores estudiantes de Vigo. A los que nadie ayudaba. A la mayoría de los profesores no les importaba lo más mínimo. Formaban parte de una filosofía educativa de la que no podían salir. Eran sistemas cerrados de becas. Arduo estrictos. El suspenso era como una maldición en una serie de Netflix.