Confieso alegremente –dados los tiempos que padecemos, en donde ser formal no está de moda– mi admiración por esas personas cuando veo que su talla se sigue midiendo por el cumplimento de su palabra, siendo suficiente garantía de fiar y que me aportan nuevos bríos para seguir confiando en el género humano.
Instalado cómodamente en la educación recibida, me resulta que ser formal no es –o no debería serlo– una cuestión de esfuerzo, sino de costumbre para todos. Pero en la mayoría de nuestros tratos no resulta así.
Debería de ser una credencial de credibilidad total y no una palabra para dejarse engañar, pues incluso de la formalidad hay quienes se aprovechan cuando ven en ella un hueco para medrar. Y, sobre todo, los informales siempre se alimentan de quienes se esfuerzan en ser formales, final que nos amenaza a la hora de seguir con un “todo vale” siempre en beneficio propio y a costa de los demás. Ejemplos a barullo.
La seriedad, sensatez, responsabilidad, escrupulosidad y rectitud son los componentes básicos de la formalidad.
Viene esto a cuento del compromiso adquirido en su día del entrenador Chus Baleato con la S.D. Negreira de 2ª Regional, cuando fichó a finales del año pasado, con el compromiso de ascenderlo, y dada la pandemia quedó suspensa la Liga y su trabajo, pero ahora, –próxima a iniciarse, o eso deseamos los aficionados– pudiendo entrenar a otros equipos de muy superior categoría, ha cumplido su palabra y estará al frente de la S.D. planificando ya la próxima temporada, ya que es persona formal; de hombres es hacer, y decir de charlatanes.
Por eso, a partir de ahora –de acuerdo con un proverbio chino y deseándole lo mejor– cuando lo vea, como persona seria y formal que es, le regalaré una sonrisa.