Las detenciones de gente que ocupa cargos importantes por estafa, blanqueo de capitales y organización criminal corrobora que el dinero lejos de calmar la ambición humana la transforma en enfermedad, de forma que los afectados están dispuestos a delinquir con tal de no compartir ese dinero con otros círculos que no alcanzan a llegar a fin de mes, aún a sabiendas de que casi todo continuará ahí cuando ya no estén, y que se manifiesta en un principio con síntomas leves como fobia a la palabra compartir, asociándola inmediatamente a compartir dinero y no amistad, alegría..., y acabar cronificándose cuando lo mucho ya no produce placer y se necesita más y más para sentirse como el que tiene lo justo y necesario para vivir dignamente.

No se ha encontrado cura para el enfermo aunque se logra cierto alivio entre los que conviven con ellos repitiendo la frase: “Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”.