Las costumbres cambian con el paso del tiempo, ello es inherente a su propia esencia, de adaptación a las huellas que dejamos al caminar, que otros siguen...y otros... y así es su devenir pausado y firme al mismo tiempo.

Pero ahora se han visto obligadas a cambiar bruscamente, sin huellas previas, han cambiado por algo ajeno a su esencia, ajeno al paso del tiempo; han cambiado por una necesidad dictatorial, la necesidad que nos impone la distancia social para garantizar nuestra supervivencia a nivel global.

Ello no nos debe ni puede impedir demostrar nuestra empatía con todo lo que rodea la vida, lo que nos convierte verdaderamente en personas sociales –nuestra esencia– lo que me empuja a la escritura reflexiva, sin prisas, con vocación de permanencia, de futuro, un “quedarse aquí”, para releerla y dejar que nos traslade a aquéllos momentos vividos, con la sabiduría que nos proporciona la distancia sin olvido, algo relegada por las nuevas formas de relacionarnos por las distintas “redes sociales”, en las cuales nos zambullimos a diario y que tanto nos han ayudado en nuestro actual convivir, “enredándonos” vamos ampliando horizontes y acortando distancias.

Por todo ello, acudo a este medio para expresar mi agradecimiento a una persona: Eduardo Melgar García, que ha demostrado una gran profesionalidad y calidad humana durante todo el tiempo que trabajó conmigo, estando siempre a la altura de las circunstancias, superándose a sí mismo en los momentos difíciles que compartimos, sin esperar nada, escuchando siempre y respondiendo incansablemente a cualquier solicitud de las personas que a él acudieron buscando solución y consejo para cada caso concreto.

Agradecimiento del que es testigo su amigo y compañero de tantos años, Jesús, y que muestran a menudo las personas que le conocían y acuden a su antiguo lugar de trabajo, preguntando: ¿por qué le dejó jubilarse? Uno de ellos me entregó su aportación a este recuerdo, que transcribo:

“El inexorable transcurso del tiempo conlleva muchas veces ingratas noticias como lo es para todos sus clientes, amigos y profesionales que hemos tratado con él, la jubilación de Eduardo. Deseamos que para Eduardo sea una noticia feliz y, así la compartimos pero, para los que hemos estado tantas veces del otro lado de su mesa, es una noticia que no nos gusta por saber que ya no podremos seguir aprendiendo de su experiencia y perspectiva práctica; su humanidad y exquisito trato serán valores que echaremos en falta y, seguro Eduardo, ya ha sido capaz que tan extraordinarias virtudes hayan calado entre las nuevas generaciones.

Hasta siempre y muchas gracias.

Vale mucho buen amigo/ su trabajo y discreción,/ se funden en su camino/ en la misma dirección./ Le deseo lo mejor/en su futuro vecino/ caminando con amor/en su ruta y su destino.