Al margen de que el polémico cartel de Vox sobre los menas sea acertado o no, resulta estomagante que personas como las ministras comunistas (y lo digo en femenino porque son mujeres, no por la estupidez del “lenguaje inclusivo”), quienes no se identifican precisamente por seguir los consejos evangélicos de “Amaos los unos a los otros” o “Ama al prójimo como a ti mismo”, hablen de “delitos de odio”.
Todos los ministros del Gobierno (y muchos diputados de otros partidos) han censurado, vilipendiado, hostigado e insultado abiertamente e incluso han apoyado los ataques físicos y violentos contra los candidatos y diputados de Vox (elegidos democráticamente, por cierto). Y no solo a los políticos sino también a sus seguidores. Y a estos ministros y diputados no se les ha ocurrido pensar si estarían cometiendo posibles delitos de odio, porque los de Vox se merecen lo peor por “provocar”. (O sea: por existir).
Ya se ve que los supuestos “delitos de odio” solo los cometen los que no son los “progres” del pensamiento único, porque si eres socialista, comunista, lgtbi (no sé si me falta alguna letra), islamista, feminista, anticatólico, castrista, leninista, chequista o camorrista puedes insultar, odiar, hostigar, injuriar, difamar, menospreciar, a diario, e incluso atacar físicamente con lanzamiento de ladrillos, a los que no piensan como tú, que tú no cometes delitos de odio porque son ellos los que provocan (o sea: los que existen). Quédate tranquilo, que tú tienes todas las bendiciones. Los malos son los otros.