En la portada del FARO DE VIGO del día 29 de marzo, salió la siguiente noticia: “La ley de eutanasia ayudará a morir a más de 150 gallegos al año”. Dicho así parece un adelanto, pero no lo es.

La eutanasia se practicaba en la antigüedad, cuando la medicina estaba muy poco desarrollada y la muerte natural iba precedida con frecuencia de un sufrimiento intenso y prolongado. Pero hoy día no es así.

Existen unidades de cuidados paliativos donde trabajan equipos multidisciplinares de médicos de distintas especialidades, enfermeras y psicólogos. Se ocupan de enfermos con sufrimiento intenso y su principal misión es suprimir el dolor, al mismo tiempo que les proporcionan apoyo psíquico, humano y espiritual. También se contacta con las familias y se les da el apoyo necesario. La experiencia de estas unidades es que los enfermos que llegaban pidiendo la eutanasia, dejan de pedirla en cuanto mejoran los síntomas.

El instinto de supervivencia es tan fuerte que nadie quiere morir, a no ser que sufra un dolor muy intenso, físico o psíquico. Es mucho más humano calmar el dolor que ofrecer una muerte rápida.

No tiene sentido practicar la eutanasia sin haber ofrecido antes unos cuidados paliativos adecuados.