Han pasado ya tres meses, y me sigo negando al hecho de que el protagonismo de esta historia lo tenga el COVID-19… y ello porque es mi amigo y hermano Jose Amador, él y solo él, el único y gran protagonista de todo este asunto. La historia que voy a contar relata la vida de un gladiador, un hombre que desde su juventud luchó contra la adversidad desde el momento que una enfermedad rara decidió instalarse en su cuerpo, y lo retó. Mi amigo y hermano Jose Amador luchó intensamente, pero lo hizo no como un gladiador cualquiera, sino como el mejor, porque a pesar de que estaba inmerso en una lucha de titanes con su cuerpo, tuvo la generosidad de luchar en otros frentes, combatir por aquellas causas en las que creía, pelear por aquellos amigos a los que defendía, intentando hacer, simplemente, un poco de justicia en un mundo repleto de injusticias. En resumen, lo que quiero gritar al mundo hoy es que mi amigo Jose, el gladiador, era sobre todo un hombre intenso para las cosas buenas. Por eso, no puedo permitir que un gladiador tan valiente, que hemos tenido el honor de tener como compatriota en esta ciudad olívica durante los últimos 49 años, quede reducido al anonimato, convertido en un número que ha pasado a engrosar la lista del recuento de víctimas de este virus maligno que mata a la gente buena. Por ese motivo, recibe, hermano, este humilde homenaje.

Gracias, gladiador, nos vemos en la arena.