Continuamos padeciendo aún las consecuencias de no permitir la Constitución que un ciudadano exprese impunemente opiniones, convenientemente socializadas ya bajo el escudo de libertad de expresión, que atenten contra la integridad moral o física de otros a los que la Constitución también defiende con los mismos derechos; libertad bajo cuyo amparo podríamos entonces acogernos todos para emitir nuestras opiniones ofensivas. Se ponen ahora encima de la mesa de un Gobierno de coalición, unido en lo decente y lo indecente, cuestiones vandálicas como prioritarias sencillamente porque la violencia y su no condena han resuelto ponerlas allí, lo cual es una cesión a la coacción que no debieran consentir, no al menos por mandato de bandas callejeras. No quedan muy lejos los tiempos en que ETA coaccionaba poniendo encima de la mesa de Gobiernos de diferentes ideologías, heridos, muertos, secuestros como el de Miguel Ángel Blanco, y estos no cedieron pues no hubieran probablemente podido salvar ni su vida, pero sí facilitado más tiempo y víctimas al terrorismo.