Vivimos tiempos convulsos donde la hipocresía e incluso la zafiedad política se han instaurado (no sé si para quedarse) en algunas de nuestras instituciones.

Hasta hace prácticamente nada, el que un niño o adolescente; incluso un adulto, iniciara o completara su formación en aquellos lugares, donde sus centros educativos en colegios y universidades fueran referentes de calidad, era un “plus” en el expediente académico.

Por todo esto, cualquier madre o padre, si pueden y quieren, tienen perfecto derecho a enviar a sus hijos a donde les apetezca y esto vale para cualquier ciudadano incluido el Rey o quien sea.

Si analizamos el sistema educativo español en su conjunto, veremos que nuestros centros por desgracia, no están entre los punteros de la UE y desde luego lejos de universidades americanas. Si hablamos de formación posgraduada, basta darse una vuelta por los criterios de selección y aptitud que recientemente han sentado en el banquillo a algunas señorías, para darnos cuenta de que la endogamia, el partidismo y los continuos cambios de modelo educativo han hecho que en el ranking , no tengamos ni una sola Universidad entre las primeras 150 del mundo.

Quien esto escribe, ha recibido educación posgraduada fuera de España, que ha sido útil y enriquecedora y he procurado que mis hijos viajaran por el mundo, se formaran en España y también fuera de España, que aprendieran a moverse y a ser seres libres y con capacidad de interrelación con otras culturas, otros ciudadanos y otros sistemas educativos. Que el Sr. Echenique pueda venir a darme a mí o a cualquiera, doctrina excluyente de dónde deben aprender mis hijos o los hijos de políticos o del jefe del Estado, me suena a chanza o broma si no fuese porque lo dice en serio y, lo que es peor, si pudiera imponerlo lo haría sin dudarlo. Aquí nace el germen dañino y pernicioso del fascismo o estalinismo, que en esencia vienen a ser lo mismo, dictaduras opresivas y liberticidas que castran por completo la educación, cercenan la libertad de expresión, manipulan y purgan los medios de comunicación y luego en la más pura aplicación de la ley del embudo viven como burgueses predicando la austeridad. Sus jefes son el mejor ejemplo.

No defiendo la monarquía, sea o no parlamentaria sin un refrendo popular que nunca se abordó de forma explícita y vinculante en este país, pero sí el derecho de Felipe VI y Leticia a gastar su asignación como gusten, de la misma manera que Montero-Iglesias invierten sus emolumentos en comprarse una vivienda y acogerse a créditos hipotecarios; al final, señorías, salvo muy pocas excepciones, a todo el mundo le gusta la calidad de vida y darse algún homenaje.

Como colofón a estas reflexiones, debo decir, que debemos aspirar a la cultura, el aprendizaje, la investigación y la excelencia; a ser ciudadanos libres, con criterio, inmunes no solo contra el COVID-19 sino contra el adoctrinamiento sectario y el veneno que destilan algunos personajes empeñados en demoler en vez de perfeccionar una democracia con aristas y fallas (aforamientos, corrupción e invasión del poder judicial), pero sólida en cuanto a fundamentos básicos y libertades, duramente conseguidas y consensuadas entre antiguos contendientes.