Y al final de Príncipe me encontré con la negra flor. Que cruzó tan hermosa con sus guantes plasticolor. Y llevaba una lágrima pintada en su mascarilla. Una lágrima negra sobre un fondo azul. Con una cinta fosforescente en la cabeza. Que fijaba la máscara con disimulo multicolor.

Cuídate lo que haces, negra flor.

Que te vas a ir al bar, y hoy no puedes. Que está cerrado. Qué es la COVID. Tómate algo para llevar.

Un buen café y algo de atún. Algo de atún. Y algo de gel.

Iba tan hermosa desfilando por la derecha. Intentado sí, intentando sí. Dos metros de distancia, con el mundo exterior. Se paró ante el músico que cantó con mascarilla. Y bailó a dos metros del B-boy. Y entró en los locales con mucho gel. Gel de un lado, gel del otro, mucho sabor. Y probó un top raro y un pantalón. Algo negro, como la misma lágrima. Y después de ella, la ropa se quedó en cuarentena. Te lo pruebas todo. No te pruebas nada.

Dime dónde vas, dime dónde vas. La busqué pero no la encontré. Y me dijeron que estaba junto al café. Pero el camarero dijo, no. Está en el Vao. Y una lágrima suya, como dijo Peret. Una lágrima suya cayó en la arena. Y la lágrima no tenía. No tenía COVID.

Al final de la playa me encontré con la negra flor. Iba tan hermosa, abstraída de la COVID, en un mundo raro. En un mundo mágico... un mundo igual.