Atletismo Samertolaméu de Meira
Emmanuel Rueda Gironda
El equipo de atletismo estaba más o menos preparado mientras se dirigía por la autopista a las pistas de Balaídos. En medio del puente de Rande el entrenador me informó que yo ya no haría salto de altura sino de longitud. Disciplina que desconocía por completo. Pero con el tiempo me daría muchas alegrías y medallas. Aquella mañana no, por supuesto. También se quejaba el preparador técnico de que yo era francés y a ver que pasaba con el papeleo en el tartán.
Mi primer contacto con la longitud fue complicado. No sabía que tenía que hacer. En mi primer salto no llegué al foso de arena ante el estupor de los jueces. Fue cómico. Pero no se rieron. No solían hacerlo. Con el tiempo se me dio muy bien y conseguí varios campeonatos. Pero no aquella mañana. Aquel meeting atlético tenía tintes de tragicomedia.
Dentro de nuestra expedición llevábamos un pertiguista sin pértiga. Todavía hoy una rara avis en el atletismo gallego. Más que nada por la dificultad de conseguir un saltadero para entrenar.
Él iba decidido. Desde las gradas seguimos su progresión. Solo había dos pertiguistas.
El del Celta encaró el listón saltándolo con facilidad varias veces. Nuestro pertiguista cogió una pértiga oficial por primera vez en la vida. Lógico. Aquella pértiga debía pesar más que él. Con determinación encaró su primer intento. Corrió blandiendo aquel mástil sin rumbo fijo. No llegó. No llegó a la colchoneta.
El atleta del celta siguió saltando más alturas con comodidad. El nuestro seguía intentándolo. Pero al llegar al listón saltaba por debajo. Aterrizaba una y otra vez en la mullida colchoneta sin saltar. Los jueces le fueron bajando la altura del listón una y otra vez. Pero nunca llegaba bien. Saltaba por debajo. O directamente no saltaba.
A veces es difícil saber qué hacer con una pértiga en las manos. Tras 40 minutos de intentos abortados, decidieron probar otra técnica. Retiraron el listón y el pertiguista de Meira ya podía saltar y gozar libre.
Nunca sabremos si llegó a saltar alguna altura. Pero eso no importa. Se trata de participar y disfrutar. Ese es el espíritu olímpico.
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