El remanente de Tesorería es una magnitud de la contabilidad local que cuantifica el ahorro acumulado por cada ayuntamiento a lo largo de los años. Es la suma de los superávits de todos los ejercicios anteriores.

Los remanentes de los ayuntamientos, tan manidos en las noticias actuales; si se pueden utilizar o no, si se deben disponer, ceder…, etc. Como ciudadano, de cualquier ayuntamiento, se deduce que nos encontramos ante otra incompetencia, en el que los contribuyentes, ya aburridos, no nos pronunciamos ni manifestamos. Tal vez esta ocurrencia no tenga razón de ser, pero sí sentido común. Hablamos de millones de euros.

Publican a nivel nacional la cantidad de dinero recaudado en exceso que obligatoriamente está en depósitos bancarios discutiendo la disposición de los mismos. De entrada nos encontramos en la disyuntiva de que los ayuntamientos sean, o no, entidades con ánimo de lucro. Cualquiera supone que no debería de ser así. Pero, si no lo es; lo parece.

Un ejemplo de comprensión del asunto: la mayoría de los ciudadanos vivimos en una comunidad de propietarios; como dueños o arrendados. Se establecen unas cuentas basadas en la previsión de gastos comunes y para atenderlos, presupuestados de forma práctica, estipulan unas cuotas de carácter mensual. Si hay algún gasto extraordinario se acuerdan unas cuotas extraordinarias o “derramas”, sobre el gasto en cuestión.

Lo que no se ocurre a una comunidad de propietarios, alguna he conocido, es el tener una recaudación mensual que origina unos ingresos con superávit que superen a los ingresos y por lo tanto se generen unos depósitos del exceso que hay que rentabilizar o gastar en otras cosas, que para eso están. Pero además, se prohíbe al administrador hacer uso de esos fondos. El hecho de que los ayuntamientos lo mantengan importa, entre otros, al Instituto de Crédito Oficial (ICO) principal depositario, paradójicamente.

En consecuencia nos encontramos ante otro fenomenal dislate político. Muy sencillo. Seamos ecuánimes. Si hay exceso de tesorería en los ayuntamientos, es decir mala administración, se debería repercutir en el ciudadano, pagador y penitente. Por ejemplo prescindir del cobro de impuestos, a quienes los pagan, hasta que el saldo resultante no suponga un exceso de tesorería. Es básico, el político administra a la comunidad –municipal– con la recaudación presupuestada. No debería recaudar más de lo que necesita para que los servicios comunes estén debidamente atendidos. Labor fundamental de los votados. Para las corporaciones la recaudación es un guarismo, pero para cada ciudadano cada uno de los impuestos, además de los indirectos, es un esfuerzo real.

Todo lo anterior es de Perogrullo. Pero no se escucha ni lee nada tan simple como lo expuesto por ningún político de cualquier partido. Da igual que lo tengan depositado o lo repartan entre ellos, lo que es incongruente es que existan remanentes. Mal ejercicio administrativo, en suma, de quienes representan la ejecución de la tesorería o hacienda políticamente. Misma degradación sería por endeudamiento. En alguna comunidad de propietarios, volviendo al ejemplo, cuando hay exceso de tesorería, se ajusta no cobrando alguna mensualidad, adecuando la cuota para el ejercicio siguiente. A nadie se le ocurre utilizarlo en gastos extraordinarios o haciendo préstamos a la comunidad vecina.

Creo que no es difícil entender algo tan sencillo, de ningún modo demagógico, es más, sería una medida popularmente muy acertada para el político que la practique. Por primera vez en la historia se bajarían los impuestos directamente y de verdad. No se debería considerar un éxito de administración, en cualquier municipio, contar con remanentes. Además de la que está cayendo, vendría muy bien al contribuyente para ayudar el próximo pago de la energía, en máximos históricos. Pero esto es otro asunto, con “otros” impuestos.