El mundo da tantas vueltas que a veces parecen insólitas, salidas de una revista sensacionalista. Existe un nuevo fenómeno urbano: hay gente que madruga para tomar una cerveza. O dos... O las que hagan falta. Hasta las cinco de la tarde hay tiempo. Hora de cierre.

El café mañanero está siendo sustituido por otros brebajes. Se toma, pero no es tendencia. No importa el frío que pueda hacer, ni la llovizna. Hay que aguantar. Disfrutarás más si te traes la manta de casa. Y la bufanda. Y el termómetro para el catarro. Si quieres tener un sitio fijo en la terraza tienes que estar muy preparado. Madrugar antes de que cante el gallo o pase el camión de la basura.

Bajar al bar ya desayunado y aseado. Que hay que aguantar toda la mañana. Saludar al camarero y amiguetes. Tomar asiento y disfrutar de tu primera cerveza. Las nueve es una buena hora para empezar. Pero cada uno tiene sus trucos y costumbres. En la nueva normalidad hemos decidido que la terraza del bar es nuestra libertad. Un oasis a diez grados con viento del norte. Una verdadera gozada. Pero hay que ser muy constantes para que no te quedes sin sitio.