Pedro Sánchez tiene una obsesión personal más que una misión social: negociar lo innegociable si con ello consigue la victoria, aunque sea compartida con el enemigo. Esa guerra que libra con dudoso honor parece en ocasiones más una guerra interna por demostrar su valer ante pasados agravios personales, muy común en el Bronx, que en alcanzar el beneficio social, propio desde siempre en esta nación. Los resultados, es verdad, gustan a todos, pero, a cualquier precio solo a los que aprecian su bolsillo más que su honor, pues acaban aprendiendo artimañas en vez de valores a una generación que considerará más importante vivir de rodillas que morir de pie. Cuántos países han acabado ricos pero sin una historia que contar o con una que ocultar, y cuántos permanecerán en pie orgullosos de un pobre pasado que recordar. Nos dice Pablo Iglesias en televisión que mientras la oposición siga pensando en ETA así seguirá habiendo gobierno de coalición mucho tiempo; pues que dure, señor Iglesias, el pensamiento aunque con ello tengamos de por vida la coalición.