Las bestias vuelven a cada instante. El mundo no para de dar vueltas. Respirar se convierte en todo un ejercicio de supervivencia. Duele. Agota. Comparémoslo con levantar una montaña. Vivimos al límite de nuestra propia mente. Estamos entre la realidad y en el gran agujero negro que está en nuestro interior. Sobrevivimos.

“¿Qué estás diciendo?”, os preguntaréis muchos de vosotros. Os hablo de la depresión. Una palabra tabú, pero una realidad social agravada en tiempo de COVID. Esa otra epidemia. La salud mental parece un lujo para nuestro sistema de salud público. Un lujo que se ha llevado demasiadas vidas, las cuales algunas se podrían haber evitado.

Muchas personas con depresión sienten culpabilidad, frustración, tristeza, abatimientos… Esas personas luchan día a día por seguir. Son capaces de decir: “No te preocupes por mí. Estoy bien”. Lo dicen porque no quieren preocupar a los demás porque hoy en día la salud mental sigue siendo un tabú y repito que el sistema de salud pública debería tomar cartas en el asunto. Conciencia a toda la población de este problema tan grave que puede llevar a un suicido, aunque a veces algunas depresiones sean igual a muerte en vida.

Meditemos en todo lo que estamos sufriendo por el COVID y seamos empáticos. Si cada uno de nosotros lo sufrimos, ¿cómo estarán esas personas con enfermedades mentales? Por favor, recordemos que no es nada malo tener una enfermedad mental como una depresión o ansiedad. Lo realmente malo es no poder pedir ayuda por miedo a las reacciones de tu familia o amigos o porque no tengas dinero para permitirte un profesional privado.