No lucho contra mis instintos si estos no ofenden los principios ajenos pues, llegado el momento, me llevaré lo puesto aunque sea prestado pues no me considero merecedor de mandarme en cueros, y dejaré atrás lo vivido; si esto fue delicioso habré disfrutado de un banquete, lo cual, creo, me facilitará el visado pues habré reconocido que la vida era un manjar, un regalo del cielo. No seré yo quien la sufra adrede por considerarla una prueba y por lo tanto un suplicio pues no me consideraría digno de ponerme a la mesa con quien la puso con cuidado exquisito. En fin, pienso que de buena persona es ser agradecido, por lo que si los han servido, toca agradecer los alimentos y apreciar el trabajo bien hecho por el mejor cocinero.