“La verdad histórica se abre camino frente a tantos años de mentiras y ocultación. Fuera homenajes a golpistas, asesinos totalitarios de nuestras calles. Vox cumple su palabra y hoy se retira la placa de Largo Caballero, el Lenin español, de la plaza de Chamberí” (Ortega Smith).

Dicho y hecho. Esa horda de resucitados Pelayos y Flechas, nostálgica del franquismo, procedió a la retirada de la placa, al estilo de su apoyador en tal menester el PP, experto de destrucción a martillazos de discos duros. Si usted, dilecto lector, peinando canas hoy, como yo, cursó estudios hace sesenta años en aquellos centros oficiales de la Dictadura, recordará que se ocultaba, cuando no, se demonizaba el efímero período de la II República. Muerto su Caudillo por la gracia de Dios, al ser martillo de judíos, masones y comunistas, una pléyade de historiográficos emprendió la desmitificación de aquel relato maniqueo e interesado.

Decía George Orwell, un escritor universal, y que combatió en defensa de la II República, que “para hacer cumplir las mentiras del presente, es necesario borrar las verdades del pasado”. El señor Ortega Smith miente hoy. Llama a Largo Caballero y a Indalecio Prieto “políticos socialistas siniestros, criminales y antidemocráticos”. Recitó actos, hechos, que atribuye a los aludidos, sin documentación que los avale. De todo ello ya se han pronunciado, aquellos versados en la historiografía académica, descalificando todo su discurso. Borra las verdades del pasado a martillazos, para arrearle en el presente una coz a la Historia, incapaz de asumirla por ignorancia supina. “Peculiaridad del ignorante es responder antes de oír, negar antes de comprender y afirmar sin saber de qué se trata” (Miguel de Cervantes). Todos estos vicios que señalaba nuestro insigne escritor retratan bien a este deslenguado político.

Al mismo tiempo que estamos sufriendo la pandemia del Covid-19, soportamos otra pandemia vírica de cepa franquista. Ataca con mayor virulencia en aquellas instituciones que gobierna una derecha rancia. Sea cual sea su tamaño. Recientemente el alcalde de Bailén, perteneciente al PP, acaba de intentar, por la presión popular lo ha pospuesto, retirar el nombre de Tierno Galván de una plaza del pueblo. Se desconocen sus razones. Solamente se conoce el nombre del cambio: “Plaza de la Sanidad Española”. ¿Se refería a la pública o a la privada? Me imagino que será la privada, que goza de mejor salud, porque la Pública la dejó hecha unos zorros su partido político, que han agravado nuestra crisis sanitaria en la actual pandemia.

Como alcalde que es debería conocer la impronta que dejó como alcalde de Madrid, el “Viejo Profesor”. Le bastará con observar la multitudinaria manifestación de duelo con que fueron despedidos sus restos mortales desde la Plaza de la Villa hasta el cementerio de La Almudena. Un millón de ciudadanos que le rendían un homenaje silencioso y sobrecogedor a su querido alcalde. Un alcalde símbolo de la transición democrática, y que llevó a Madrid a la modernidad.