Para saber qué significa ser mujer primero hay que serlo. Intentaré hacer un esbozo. Ya en la barriga de tu madre te preguntan si tus patadas son de futbolista. El color de tus primeras ropas será impuesto, como no. Ni siquiera decidirán tus padres. La sociedad está montada para que aprendas a andar tirando de un carrito rosa con un bebé pelucón. Al crecer te preguntarán cuántos novios tienes. A tus compañeros, sin embargo, cuántos goles meten en cada recreo. Te enseñarán por adaptación darwiniana todos los trucos para que una habitación quede bien limpia y el arroz no se te pase. La sociedad impone que la mayoría de los chicos deben dominar mientras ellas pueden ponerse monas para disfrutar del botellón. Cuando llegues a estudiar incluso allí verás carreras mayoritariamente de hombres y otras con menos salida para mujeres. Algunas chicas dan por sentado que la informática es algo masculino. Otras escogen su pareja por los clichés que le ha inculcado la sociedad. No somos libres, no. Muchas mujeres se sienten bien con ese rol. Muy lícito.

Nadie se pregunta por qué en un programa de humor solo hay hombres. Y de simpáticos tenemos lo justo. Por mi experiencia sé que las mujeres son muy técnicas jugando al basket. Hay deportistas que afirman que el baloncesto femenino es antiestético. Antiestético es ver a 10 peludos saltando como monos. Y nadie se queja. Está muy bien lo de los números paritarios en empresas y política. Pero quién inventa la ley inventa la trampa. Cuando no puedes ser más inteligente que una mujer para alcanzar la cumbre, hay otra estrategia. Ser más altos que ellas. Dar la sensación de que lo dominas todo y que te apenas por ellas. Seguro que te eligen a ti para el puesto de directivo. El modelo de autoridad se ha forjado en torno al género masculino.