Si a las palabras se las lleva el viento, quién se lleva los silencios€

Una de las cosas que peor pude llevar durante este confinamiento fue el estar tantas horas sola y en silencio; menos mal que existen los vecinos, con algunos no había hablado jamás, y ahora hay días en que hasta los extraño.

Recuerdo una tarde, poco antes de los aplausos de las ocho, que escuché una ambulancia parar en el edificio enfrente a mi piso; vi a una mujer con la que nunca había cruzado palabra llorar en la ventana, me miró y me dijo:

-Se llevan a mi madre al hospital, sospechan que le dio un ictus y no la podemos acompañar.

Se me hizo un nudo el corazón y ese día aplaudí más que nunca, llena de emoción por los sanitarios, que no sólo salvan vidas, sino que acompañaron a los mayores en los momentos de soledad y de dolor. Días más tarde, apareció la señora nuevamente en la ventana:

-Ya se recuperó y está de vuelta, me dijo con una gran sonrisa.

Durante estos meses de encierro mi calle fue totalmente reformada; pararon las obras en los peores momentos de la pandemia, pero luego se volvieron a retomar. Seguí con curiosidad el avance y los cambios que se estaban produciendo; en mi cerebro fui haciendo un croquis de como yo creía que iban a quedar: aquí irá una farola, aquí el paso de peatones, el banco para sentarse enfrente€ todo me lo fui imaginando para tratar de mantener la mente ocupada y que los días pasaran más rápido.

Hubo días malos, en los que por culpa de tanto madrugar las mañanas se me hicieron eternas; el hijo en clases telemáticas, el marido trabajando, y yo con la casa limpia, el menú organizado y sin saber qué hacer. Debo decir que aparecieron unos ángeles de la asociación Juan XXIII que me hicieron los días más llevaderos; ellas le dieron nuevamente color a tantas horas muertas y tantos silencios:

-Quiero que dibujes un árbol, me pidió Susana, dónde las ramas reflejen tus fortalezas y las raíces la razón de esas fortalezas.

Entré en pánico; ¿dibujar yo?, raíces€ufff, hojas€ufff, y la mañana que me puse no era especialmente de las mejores; conseguí sacar tres raíces, pero no me salía más. Se lo envié a mi tutora, y me pidió más.

-Ya salió lo que tanto tiempo estaba enterrado, ahora dime los beneficios que has sacado; enséñame esas hojas.

Al día siguiente me empecé a dar cuenta del provecho de las desgracias de mi vida; sí, el provecho de que soy fuerte, constante, organizada, y pese a los acontecimientos pasados, sigo pensando que hay más gente buena que malos; confío en ello.

Pasé miedo, mucho miedo; soy persona de riesgo ya que por desgracia estoy enferma, "fibromialgia", y mis defensas después de años de tratamiento están bajo mínimos, pero aquí estoy, y todos los que quiero siguen ahí también.

Hemos pasado una pandemia, pero no está superada; busquemos lo positivo, sin bajar la guardia. Si esto se vuelve a repetir, quiero a los mismos y de la misma manera: juntos, apoyándonos y ayudándonos.

Que las palabras se las lleva el viento, espero que las mías no€

Dedicado a todos mis ángeles; gracias de todo corazón.