Soy un paciente de Oncología del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. Desde el año 2014 he pasado por tres intervenciones quirúrgicas, tratamientos de quimio, etc., que gracias a Dios y a los médicos, me salvaron la vida y me la han largado al menos hasta el día de hoy.

El cáncer está suponiendo para mí una peregrinación por el desierto de la tribulación, un baño de humildad y una feliz "vuelta a la vida", tanto en lo espiritual como en lo material. Los seres queridos no necesitan pasar por estas penalidades, pero nadie sabe por qué, el Señor los hace transitar por ellas, sufriendo más que los propios pacientes.

Es infinita mi gratitud y admiración para los profesionales de la medicina que, con gran celo y dedicación me atienden.

Imposible sería citar aquí a todos, en su representación, y sin excluir a ninguno, recuerdo con especial cariño a la doctora Isabel Lorenzo; al doctor Fabio Ausania y a su equipo; a las enfermeras del hospital de día y de la vela D de la primera planta del Álvaro Cunqueiro; de Cirugía intervencionista, etc. Son ellos los que, con la ayuda de Dios, han hecho posible que ahora pueda estar aquí escribiendo este humilde mensaje de agradecimiento.

Nos está tocando vivir tiempos de sacrificio, dolor y cuarentena. Desde su comienzo, los gobiernos, los dirigentes institucionales y políticos, los medios de comunicación y todo el mundo en general hemos dado públicas muestras de apoyo a este magnífico colectivo de médicos y personal de la sanidad que lo están dando todo y que -no nos olvidemos- han estado siempre ahí, curando y aliviando nuestras enfermedades y que ahora, en estos dificilísimos momentos, están también en primera línea de combate, luchando sin descanso para salvar vidas humanas contra unos enemigos invisibles llamados coronavirus.

Pero esta vez están, además, escribiendo una página de nuestra historia, en la que ellos como colectivo, están teniendo un decisivo y exitoso protagonismo. Ojalá las lecciones aprendidas de hoy nunca se nos olviden.

En todas esas muestras de apoyo y cariño, y fuera del ámbito religioso, he echado en falta una modesta y breve mención a los tan importantes e insustituibles capellanes de los hospitales. Ellos también están ahí, en primera línea, expuestos al contagio, proporcionando apoyo espiritual a los moribundos y a los enfermos que sufren y que, en estos momentos, carecen de la cercanía y el consuelo de sus seres queridos.

Sin extenderme más, quisiera hacerles llegar también a ellos, un público agradecimiento, siempre y en especial en estos graves momentos en que afrontan, junto a los profesionales de la sanidad, con gran valentía y determinación esta difícil prueba en unos campos de batalla que hoy tienen sobre sus edificios un rótulo donde "reza" la palabra Hospital.