"¡Se me está muriendo divinamente, te lo juro! De los años que llevo de médico nunca había visto a nadie morirse tan bien como se está muriendo tu padre. Qué irse, qué apagarse, con qué parsimonia." (Frase del protagonista médico en la película "Amanece que no es poco" del cineasta José Luis Cuerda).

Ya no verá más la luz José Luis Cuerda. Como un girasol sin rayos de luz solar, se ha quedado ciego. Solamente, deseo que sus últimas horas hayan sido como las de su personaje que en boca puso del galeno en "Amanece que no es poco". Todo un maestro del surrealismo. Un manchego enamorado de Galicia, y en especial de Ourense. Cecebre ("El bosque animado"), Allariz ("La lengua de las mariposas"), Ourense ("Los girasoles ciegos") forman escenarios iconográficos de su prolífica cineteca.

Retrató la absurdez como categoría alienable de un pueblo de la España rural. Un pueblo que, al fin, ve amanecer con inusitada ansiedad. Un pueblo que en boca del sargento Gutiérrez "sentía devoción por Faulkner", cuando es denunciado y detenido un exiliado argentino (Bruno) por plagiar la obra "Luz de agosto" del escritor norteamericano. Toda la filmografía de Cuerda nos deja recuerdos imborrables de contenidos y el buen hacer de sus protagonistas. Al fin y al cabo, son las claves que hacen que un director, amén de recibir en vida numerosos galardones, pase a la inmortalidad. Aportó valor añadido, a través del medio audiovisual, a obras literarias de Wenceslao Fernández Flores, Manuel Rivas y Alberto Méndez.

Volando a montura de lenguas de mariposas, en el infinito bosque animado del cosmos, a la luz de luciérnagas astrales, escenificará una escena surrealista, cuando comparta con el dios Baco sorbos de su Sanclodio 2018. Aquel néctar que él supo, como muy pocos, dar brillo y aroma al coupage de uvas autóctonas como Treixadura, Godello, Torrontés, Loureiro y Albariño.

Albergaré en mi memoria escenas y lenguajes de sus películas. Y voy a permitirme a hacer mía una frase de aquel aldeano de "Amanece que no es poco": "Yo es que he pensado que a mí me gustaría ser intelectual, como no tengo nada que perder". En tal tarea me he porfiar, para llegado el insólito momento poder proclamar, ufano, como lo haría el dúo genial del humor absurdo, Faemino y Cansado, "yo leo a Kierkegaard".

Que la gloria, José Luis Cuerda, te siga acompañando, como tu fama en vida, en tu eterno reposo, allí donde la noche opaca al amanecer.