"El que no entiende tu silencio, probablemente no comprende tus palabras" (Elbert Hubbard, escritor, editor y artista norteamericano estadounidense, s. XIX-XX).

Permitidme amigo, lector dilecto, terminar este año con palabras, para abrir un año nuevo en el que deseo encomendarme al plácido y elocuente silencio, en la mayor medida en que ello me sea posible. Y las palabras que hoy salen de mi boca iconoclasta, sean expresivas de mis mejores deseos de ventura en el devenir del 2020, que está llamando ya a la puerta. He ocupado durante este año espacios innumerables en la prensa local. Firmemente creo que, a pesar de mis esfuerzos, han abundado más los desaciertos que los aciertos. Quizás, el no dominar la palabra requerida a la hora de expresar lo que he visto, oído o leído haya frustrado mi intento de la búsqueda de la anuencia del lector y de la redacción. Hoy, me temo que el pesimismo invasor en mi mente de lo que se avecina en el panorama de la realidad social y política del país se pueda transmitir a quienes escribo, a quienes me escuchan. Ellos, por estima y deferencia no se lo merecen. Por tanto, anhelo sustituir la palabra por el silencio.

No puedo, ni quiero escribir mucho más, en estos momentos, cuando mi espíritu ha sido derrotado por el ejército de la frustración. Una frustración sobrevenida por los llamados políticos constitucionalistas, que hacen, junto con milicos patrioteros, de la misma Constitución de su capa un sayo. Lectura espúria de su contenido, con desprecio absoluto a las leyes posteriores que la desarrollan. Se les llena la boca de agua cuando plantean impulsar una incriminación por supuesto delito de alta traición a un presidente de gobierno, a tenor del art. 102 de la Constitución, por unos hechos que difícilmente pueden encajar con los tipificados en el Código Penal (Arts. 581-588). Se cuestiona a la Justicia Europea, a la propia Europa, cuando en su día aceptamos voluntariamente formar parte de una supranacionalidad. Se deslegitima el sufragio activo de quienes no les han apoyado en las urnas, y se penaliza el sufragio pasivo de quienes han resultado electos merced al sufragio activo ejercido por sus votantes.

Políticos, militares, y medios de comunicación afines, que intentan pintarnos un cuadro apocalíptico de la realidad, desconocedores de la pinacoteca social. Son pintores dados a la brocha gorda de manejo torpe. Bien harían en leer la fábula del "Mal pintor" de Calderón de la Barca. Ni somos los personajes, ni estamos en aquella época en que Goya nos ilustrara con sus "Caprichos". Hoy dispongo mi silencio al servicio de las palabras del poeta Donaciano Bueno en su poema "Me duele España": "Que pasa con esta España/ de líderes mentecatos/ de gente esquiva y huraña/ salvo excepciones, ¡pacatos!/ y especialmente cegatos".

Amigo lector, si has comprendido mis palabras, hoy; entenderás mi silencio, mañana. ¡Salud y República!