Como bien dijo Aristóteles "El entendimiento es una tabla lisa sobre la que no hay nada escrito". Es una verdadera pena que la inmensa mayoría de nuestra clase política no lo haya leído un poco.

Mi padre, que no era Aristóteles, aunque bastante sabio y paciente, me recordaba cada día, durante la maravillosa etapa de la transición que, la fortuna quiso que viviese con los ojos de un adolescente y, cada vez que mi alma cantaba libertad, que la mía terminaba donde comenzaba la de los demás. Los profesores que tuve la suerte de tener en aquella época y que hoy recuerdo y valoro más que nunca, como D. Xoaquín Lorenzo o D. Xosé Luis López Cid, cada uno desde su posicionamiento, me hicieron entender la esencialidad de conceptos como la empatía, el respeto a aquello que no entiendo o a quien no ve el mundo con los mismos ojos que los míos.

Hoy, desgraciadamente veo como la clase política no tiene otro discurso que vaya más allá del insulto, la descalificación a quien no piensa como ellos o la exclusión como bandera. Les da todo igual. Aún recuerdo con absoluto estupor aquella frase de Cristóbal Montoro cuando le dijo al diputado de Coalición Canaria: "Que caiga España que ya la levantaremos nosotros". Pena que no fuese coetáneo de Adolfo Suárez, Alfonso Guerra, Fraga Iribarne o Santiago Carrillo, porque a buen seguro hubiese llevado un correctivo dialéctico que le hubiese venido muy bien a su limitada visión de Estado.

Lo cierto es que a estas alturas ya pocas cosas me sorprenden, pero hay algo que me preocupa y, mucho además. Me preocupa que la población civil parece dispuesta a seguir estos primitivos planteamientos y enfrentarse en la calle, redes sociales, trabajo e incluso sus entornos familiares. Si la semilla de esa mala hierba germina, estamos apañados y en un plazo que no considero demasiado largo, habremos llegado a situaciones o posicionamientos que rara vez tienen vuelta atrás. Será por eso que ya no me interesen las noticias de ninguna de las cadenas televisivas, será. Qué pena sentarte delante de un televisor en busca de información y encontrar opinión, cuando yo ya tengo la mía. Qué triste ver ese desfile de calamidades, asesinatos, desórdenes, juicios y calamidades cuando tanto en el mundo como en nuestro país también pasan cosas buenas que jamás se citan. Qué triste ver el auge de la ignorancia frente a la razón, programas basura que enriquecen e idolatran a personas que se nos presentan como lo más refinado de nuestra sociedad y son... ¿qué son? No lo sé.

Aún albergo la esperanza de que entre los de a pié, los "mortales", los que no vamos a cobrar la pensión máxima por haber trabajado solo ocho años, seamos capaces de entendernos, de hablar, de respetarnos y seguir haciendo país, como antes hicieron nuestros padres, aceptando todas las peculiaridades de este estado, que están ahí, son reales y nadie tiene el derecho a aplastarlas, perseguirlas o acorralarlas, creo yo.