"Nunca deberíamos desviarnos del espíritu de concordia", dijo el Rey de España en la entrega de los premios Mariano de Cavia, en la sede del diario ABC. El acto se celebraba poco después de que en el Congreso y en el Senado se desarrollara la bochornosa apertura de la decimocuarta legislatura de la democracia, en la que se escenificó lo contrario de lo que expresaba Felipe VI en su evocación de la "España luminosa, de las mentes abiertas, de la tolerancia y de la capacidad de tender lazos". Con los matices necesarios, aquel día pudimos contemplar el espejo de dos Españas: la de la división y el enfrentamiento y la de la convivencia y el acuerdo, la del talento y la solidaridad que hacen posible el auténtico progreso.