Es reconfortante habitar en el primer mundo donde la cuna da bienestar y la economía poder para deformar la realidad a medida hasta hacernos sentir dueños de todo por méritos propios, cuando únicamente es el destino quien nos convierte en afortunados moradores de una parte de la tierra productiva y generosa que nos permite dar huevos cuando ya no cogen más gallinas en el corral y así tener bien surtido el ego social.

Removemos con urgencia ahora la conciencia ecológica ciudadana al ver las orejas del lobo, el mismo que desde siempre ha merodeado por el tercer mundo y que allí conocen bien, pues es el lobo que habita las tierras secas improductivas, las que no permiten luchar contra lo que viene, solo aguantar lo que hay, las del calentamiento diario normal a más de 50 grados y la contaminación 0 por falta de todo y que se presenta como visita pero intentará quedarse como anfitrión, pues le da igual que le llamen pobreza del tercer mundo o calentamiento global mundial.