A pocos días de un nuevo desafuero, se suscitan nuevas elecciones para obtener mayoría absoluta y de ese modo desistir de cualquier negociación que la cúpula del partido más votado (PSOE) considera un fiasco si acepta las exigencias de Unidas Podemos, aunque gran parte de la ciudadanía ve en ello un somero fiasco y una prueba más de la inmadurez de la clase política que tenemos en este momento en España.

La mayoría absoluta crea prepotencia y no procesa ningún atisbo de hacer que las leyes sean mejores y más representativas, ni con ello determinar con aciertos seguros y fuerza el contenido de las políticas a emplear.

En conclusión, volver a repetir elecciones significa poner de antemano la derrota como un nexo sucedáneo de todo lo que no se ha sabido hacer y trabajar para hacer posible cualquier fórmula válida, tal como se llevó a cabo en ese país en el que nunca se ha creído, digamos que hablamos de Portugal.

Por tanto, toca ahora recomponer una escena nada obsidiana y sí de acuerdos mutuos, que traten de no desperdiciar ninguna oportunidad para conquistar o fortalecer derechos adquiridos y derogar reformas o leyes ajenas a los avances que una autotitulada izquierda debe llevar a gala para mantenerse fiel a sus postulados.

Sustentar el crecimiento económico, reducción del paro, así como de la deuda y el déficit del PIB, la revalorización de las pensiones con el IPC, la subida del salario mínimo, la reversión de las privatizaciones con especial ahínco de mantener incólume la sanidad pública, la derogación de la ley mordaza y de la reforma laboral del PP? son, entre otras medidas inmediatas que deben actualizarse.

Es de esperar que la razón y el sentido común impere y que la desvergüenza y el descrédito visible de jácaros, fatuos, pipiolos, niñatos o peleles, en el peor argot, logren finalmente entenderse y con ello evitar el bochornoso espectáculo de nuevas elecciones.

PP y Cs no deben cruzarse de brazos maliciosamente y con su estrategia que la burra vuelva al trigo, por el contrario, abstenerse a fin de lograr luego una mayor y mejor fiscalización y oposición.

Vox, por su parte, no injerirse en el progreso de este país, acaso si lo que pretende es establecer una cultura nacional recesiva propia, abran capillas y allí entonen sus loas y proclamas hacia un pasado del que el Estado Español no está obligado ni desea que se repita.

PSOE y Unidas Podemos deben permitir un gobierno en el que ninguno de los dos se antepongan, diferentes, sí, pero con un entendimiento en materias esenciales, con impacto a todas las comunidades del Estado, con servicios públicos adecuados y una lucha sin cuartel contra las desigualdades, huyendo de esa relevancia insolidaria de algunos nacionalismos en defensa de un territorio en perjuicios de otros, y evitando que tantas constelaciones electorales produzcan desafección política entre la ciudadanía y connivencias viciadas de personajes corruptos que viven a base de los demás de los entresijos de una mala praxis de lo que entienden como democracia.