Llevo un tiempo sintiendo la necesidad y buscando las fuerzas suficientes para dar las gracias a toda la gente que ayudó, o intentó ayudar, a mi mujer, víctima de un brutal accidente el pasado 16 de marzo de 2018 cuando fue arrollada en la acera de la calle Brasil. Empezando por el 061, que tal y como recogen las imágenes en la prensa, intentaba acceder a ella para controlarla y tranquilizarla, incluso desde el techo del coche. A los Bomberos que, gracias a su rápida intervención, consiguieron que no se marchara. A la Policía Local, por su prontitud en cortar el tráfico, abriendo paso a la ambulancia y batiendo récords en el tiempo de llegada al Cunqueiro. A la Policía Nacional, que me acompañó desde el momento traumático de comunicarme la mala noticia, ofreciéndose para enviarme una patrulla y acercarme al Cunqueiro.

Ya en Urgencias, cuando llegaron con ella, me llevaron a una sala donde me contaron lo que había pasado y me acompañaron y ayudaron, aguantando mi desolación por tal injusticia, mientras mi mundo se venía abajo, hasta la llegada de mis hijos. Incluso horas más tarde volvieron a interesarse por cómo estaba. Al Servicio de Urgencias, donde nos trataron con total exquisitez y nos ofrecían lo que hiciera falta para aguantar lo que se nos venía encima.

Gracias al servicio de la UCI/REA2, por el cariño y dedicación con la que nos cuidaron a nosotros y a ella. Gracias al personal de la segunda planta vela B, a todos: médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, limpiadoras, en la que fue nuestra segunda casa durante medio año, un tiempo muy largo que te da tiempo a valorar el trabajo que desempeñan con profesionalidad y cariño, a pesar de la falta de medios y personal, el agobio que pasan y la paciencia que tienen con enfermos y familiares. En especial al Dr. Canepari, que la atendió el primer día y la sigue tratando, por la paciencia, la cercanía, el cariño y su disposición a atendernos.

Cuando le di las gracias por salvarle la vida, me respondió que solo hizo su trabajo y que, en tal caso, las gracias son para los servicios de emergencia. Por eso, ahora que estamos en casa adaptándonos a la nueva situación, en el mejor de los finales posibles, quiero expresar la mayor de mis gratitudes a todos los servicios públicos que, pese a su precariedad, demuestran que son profesionales y amantes de su trabajo. A veces no valoramos lo que tenemos. Gracias.