Esta semana tuve que ir a comprar una cafetera nueva. Es la quinta que compro en estos 10 últimos años; ya me voy haciendo la idea de que en dos años tendré que volver a hacerlo. Por fin parece ser que no es cosa nuestra, por fin la justicia ha plantado cara a la obsolescencia programada.

En los últimos días, por primera vez un tribunal ha multado a dos empresas telefónicas. Ya no es que los teléfonos se ralenticen u ocupen su memoria, ahora el problema es que te obligan a instalar una serie de aplicaciones que a la larga estropean los teléfonos móviles.

Con esto no quiero decir que esté en contra de la evolución tecnológica, pues es algo que hace mi vida más fácil. Pero quiero ser yo quien decida cuándo cambiar un aparato.

Siempre que se ofrezcan cambios realmente innovadores, yo estaré ahí para darles la bienvenida. Pero no antes de tiempo.