Todavía no me he recuperado de la impresión y a la vez indignación que me ha producido lo ocurrido en una Residencia de ancianos pública en Arganda del Rey. Y de paso me siento muy orgullosa de mi colega profesional Jesús Navarro que tuvo la valentía de denunciar hechos asombrosos (¡un enfermero para 340 pacientes!, la mayoría dependientes y con facultades mentales muy disminuidas). Soy sanitaria y he tenido abuelos, aunque ya no están, mi padre tampoco, pero mi madre sí, por fortuna se mantiene muy bien, comparativamente con otros, y mi trabajo me ha facilitado mucho el contacto con ellos. Me enternecen, me sensibilizan, yo qué sé.

Además, pasada cierta edad, o eres tonto (la publicidad de "eterna juventud" hace adolescentes cuarenteañeros con facilidad) o te ves en esas circunstancias a la vuelta de la esquina.

Hace tiempo que me resulta horripilante la falta de residencias públicas, el atraco a mano armada de las privadas con respecto a las pensiones y cuanto más "apariencia", peor: todo es como un escenario de cartón-piedra. Incluso el personal pierde cierta ética profesional, a veces obligados por los "gerentes."

Luego está el supuesto "ratio" (número) con respecto al personal: ¡todas dicen cumplirlo!, pero la realidad es otra y cuando terminan las horas de visita, el teatro cambia.

Quiero darle desde aquí mi reconocimiento y solidaridad a los trabajadores de residencias (mal pagados por sistema) y de paso mi desprecio a las autoridades que no hacen inspecciones serias, que no se hacen cargo de los dependientes sin familia, o con alguna pero sin recursos, y de paso me gustaría que todo el mundo, personal, pacientes o familiares denuncien cuando la situación no cumple leyes sanitarias que están por encima de los "supuestos" convenios privados.