13 de julio de 1997, estamos en el autobús hacia la playa... faltan minutos para las 17.00 horas, silencio sepulcral.

A mi lado, Lourdes, compañera de batallas por aquellos tiempos. No lo olvido amiga, no olvido el momento... Apenas podíamos mirarnos, creo que los latidos de los viajeros se oían por encima del motor del autobús, solo apenas segundos antes nos dijimos: "No lo harán, ¿verdad?".

Sé que toda España estaba en silencio pensando en una última oportunidad para Miguel Ángel, oportunidad de vivir posada en manos de miserables que así lo decidieron, sí, he escrito miserables por no venirme arriba y perder la educación en insultos.

El conductor enciende la radio y la noticia se confirma. Un asesinato más, en el que ha empujado la bala la ideología política, pero no olvidemos quién apretó el gatillo, cuántas veces me he preguntado qué rondaría esas cabezas.

Y ahora, que si Carmena se enfada con su hermana porque habló con el PP antes que con ella por el tema de poner una pancarta en el ayuntamiento.

Y no sé quién dice, que no sé quién también, es víctima de ETA desde hace dos años porque no sé qué partido ha hecho esto y lo otro y etc.

Pero lo que queda en el recuerdo son familias destrozadas, de personas que un día se fueron a trabajar y volaron con su coche por los aires, o aquellos que tomando un vino con sus hijos al lado, solo les quedó morir delante de ellos de un disparo por la espalda, o multitudes de un supermercado que fueron a hacer un día la compra y acabaron exhalando su último aliento entre amasijos de un parking.

También queda el instante de millones de manos blancas alzadas al cielo gritando "basta ya".

Yo condeno el terrorismo, en cualquier vertiente, de cualquier modo y en el lugar que sea.

Y entrelazo mis manos con las tuyas para decir: "Todos unidos contra la lacra"