Algunos grandes medios escritos del mundo, un sinfín de medios digitales y blogs de múltiples procedencias, han dedicado en estas últimas fechas largos textos al nuevo término de la "post-verdad".

Con este concepto, siguiendo su inclusión en el Diccionario Oxford, vendrían a decirnos, entre otras muchas cosas, que en nuestro mundo los hechos han perdido peso y densidad, porque lo que importan son las emociones convertidas en realidades, la intencionalidad. Por ejemplo, tiene más valor público un relato de algo que supuestamente ha ocurrido, que es intencional, aunque contenga elementos de ficción, que el hecho de que lo que se narra haya sido verdad.

El concepto de "verdad" era el que anclaba el periodismo de los medios de masa tradicionales con la realidad, y el de post-verdad es el que rige en las redes sociales y los nuevos medios. Estamos en la época de los universos cognitivos paralelos que generan nuevas dinámicas de opinión pública.

El sentido crítico del concepto de post-verdad hace referencia al mayor peso, en la comunicación, del emotivismo circulante; mayor que incluso el de los hechos. Si establecemos el paralelismo con la propuesta cristina, vendría a ser algo así como que las acciones basadas en el emotivismo tienen ahora más peso que la doctrina.