La inmediatez con frecuencia nos hace emitir juicios o a veces tan solo opiniones, que condicionadas por esa premura, son erróneos unas veces, y casi siempre irracionales al estar solo justificadas por las emociones.

El tiempo nos da una perspectiva y una capacidad de valoración de los hechos que hace que hasta el más necio se sienta sabio, incluso en ocasiones lo parezca.

Recientemente se ha cumplido el 15 aniversario de la comercialización de Viagra (Sildenafilo).

Por aquel entonces los laboratorios Pfiezer buscaban una molécula que dilatase las arterias coronarias en los pacientes con cardiopatía isquémica. Cuando vieron que habían fracasado, que el medicamento no era eficaz para dicho fin y como en muchos otros estudios que no llevan a ningún lugar, decidieron abandonar. Pocos días después, el encargado de suministrar el medicamento, convocó una reunión de urgencia. Los pacientes que habían estado tomando el Sildenafilo se negaban a que dejasen de dárselo, sus erecciones eran fuertes y se mantenían, su vida sexual era mejor.

Con prudencia, el grupo de trabajo, completó estudios y efectos secundarios, el medicamento parecía eficaz y seguro. El rumor ya estaba en la calle, el Vaticano sin decir nada pero avisando, recordó su valoración de los anticonceptivos orales y el tiempo que costó su comercialización mundial. Pfiezer envió una delegación a la Curia Romana encargada de descubrimientos científicos para que diera el visto bueno. Permitir que aquellos pacientes con disfunción eréctil pudiesen procrear, parece ser que fue el argumento de peso que doblegó a la Curia.

Viagra salió al mercado. El laboratorio legítimamente quiso hacer su agosto, su septiembre, su octubre.... y lo comercializó a un precio más que elevado. La Sanidad Pública a pesar de ser época de bonanza, con buen criterio (dado su precio y alto uso que se preveía) se negó a costear su financiación. El laboratorio presionó, organizando eventos y congresos sobre Viagra, pero sin bajar ni un euro su precio, en la calle se comenzó a pedir la financiación del mismo. El Gobierno tampoco se calló y raro era el día, que el telediario no empezaba con un muerto atribuido al consumo de Viagra.

La ignorancia, la envidia, los prejuicios, propios de nuestro país, salieron a la luz en forma de rumores, incluso en nuestra propia clase médica, tan dada a dogmatizar desde la autoridad que nos da el título de licenciados en Medicina. Así uno se podía encontrar a un compañero en el hospital especializado en pediatría (por poner el caso) diciendo que Ramón Mendoza se había muerto de un Viagra mientras fornicaba en Nassau o que la repentina muerte de Ferrer Salat en un hotel de Barcelona se debía a lo mismo. Todo aquel que se moría repentinamente sin pedir permiso y era envidiado, se convertía en un vicioso consumidor de Viagra. La ignorancia de un licenciado es en ocasiones más peligrosa que la del ignorante.

El miedo y el tiempo hicieron como siempre su trabajo, y se dejó de pedir su financiación. Con la salida de Levitra de los laboratorios Bayer y de Cialis de Lilly., algunos urólogos ingenuos pensamos que abaratarían el precio, pero eso no ocurrió, todos querían sacar buenos dividendos. La codicia es así.

Muchos urólogos esperamos con paciencia a que se cumpliesen los diez años para que pudiesen comercializarse los genéricos, y por fin salieron. Bajaron en algunos casos el precio a la mitad, pero aún así, siguen siendo caros, 8 comprimidos de un genérico cuestan 42 euros.

Está claro, el paso de los años nos han demostrado que se trata de medicamentos muy eficaces y muy seguros.

Está más claro aún que su descubrimiento ha mejorado la calidad de vida de los hombres y de las mujeres, como en su momento lo hicieron los antibióticos o la píldora anticonceptiva.

No tengo claro en cambio, si los ignorantes dejarán de consumir cuerno de rinoceronte para aumentar su vigor, pero espero que la guerra de precios y la eficacia de estos medicamentos haga posible que estos hermosos animales dejen de ser cazados.

*Urólogo del Hospital Meixoeiro