No malgaste energías
Manuel Gómez
Si, como parece ser, componer un rostro crispado exige un movimiento muscular muy superior al que demanda una cara risueña, nadie debiera criticar el consejo de no malgastar energías.
Esta idea que pudiera ser axiomática podría aplicarse al comportamiento y actitudes frecuentes en la clase política, porque en la defensa de sus planteamientos suelen priorizar el crispado insulto frente al diálogo con buenas formas, dando, sin proponérselo, testimonio de que el insulto acostumbra a ser el sucedáneo del argumento cuando se carece de este.
Es de suponer que otorgamos nuestros votos -pasaporte para acceder a la poltrona- para que se defiendan los postulados y objetivos enunciados en el programa electoral y no para un incesante e innecesario vituperio de los rivales y con dudosa efectividad, ignorando que el motor que mueve la sociedad no es de un solo tiempo y que su óptimo rendimiento precisa la coordinación de todos sus elementos, sin olvidar que además de acelerador hay freno. Debatir con educación y argumentando lo necesario para anular o mejorar las propuestas de los opositores es un deseable ideal que en la práctica está resultando quimérico. ¿Hay que aceptarlo resignadamente? Mi opinión es un rotundo no que exige certificar que somos animales racionales y que debemos comportarnos como tales, aceptando que nadie está en posesión de la verdad absoluta. Algo tan simple como cambiar un insultante "miente Vd." por un cortés "está Vd. equivocado"
Hagamos votos para que se esté a favor de erradicar la crispación y de no malgastar energías, oponiendo al vicio del despilfarro la virtud del ahorro, pero matizando la cuestión porque un ahorro desenfrenado y carente de ética degenera inevitablemente en avaricia, en usura e incluso puede producir escarnio. Así sucede cuando los mismos políticos que institucionalizan la crispación malgastando energías, protagonizan sin rubor un vergonzante e insultante ahorro, atentando al sentido de la moral y rompiendo los moldes de la equidad con indecoroso agravio comparativo para el resto de los ciudadanos que les asentaron en su privilegiada posición, porque es público, notorio y oficial que defraudan al fisco, eliminando de su base impositiva una significativa cuota de sus ingresos. Al común de la ciudadanía se le adjudica la condición de ejército de quijotes que, para más inri, no se muestra capaz de desfacer tal entuerto.
Y como esplendorosa es la cosecha, acabamos de conocer, en otro ámbito, un caso de diabólico enfurruñamiento que, de ser cierto el consumo de energía por parte de la crispación, debe haber dejado exhausto a su indigno protagonista. Un cantante catalán, de cuyo nombre prefiero no acordarme, soez y crispado, manifiesta públicamente, en una entrevista periodística, que siempre le ha dado asco ser español. Y lo hace desde Gijón (España) adonde había acudido para embolsarse un dinero que aun siendo español no le producía asco. Merece que le hayan anulado el contrato y que nos limitemos a ignorarlo para evitar el asco que nos produciría tenerlo como compatriota y, eso sí, poner todos los medios para que la ignorancia se extienda a sus posibles contratos. Y le hacemos un favor al evitarle el asco de los euros españoles.
Paradójicamente, cuanto más proclives seamos a que no se malgasten energías con la crispación, más frecuentemente actuaremos en sentido contrario cayendo en la exasperación empujados por los comportamientos de malos modales, fraudes y ruines vilezas como las comentadas, que desafortunadamente proliferan y no son las únicas. Pese a ello el consejo no varía: no malgaste energías con la crispación.
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