Navidad: Desde la plenitud de los tiempos
Fernando Rubio Maquieira - Vigo
La ciencia, después de profundos estudios con interminables cambios de opinión a lo largo de muchos años de observaciones y cálculos corregidos una y otra vez tras cada nuevo avance, supone que el Universo comenzó hace miles de millones de años con una gran explosión a la que llaman el "Big Bang", pero es pura teoría la explicación de una partícula mucho más pequeña que un átomo con una desconocida energía lo que se propone como causa. Surge inmediata la pregunta: ¿Existía algo en la nada? Lo cierto es que, en un determinado momento surgió lo que (al margen de la limitada sabiduría de la ciencia humana). la humanidad consideró siempre como origen de ese Universo: la Creación como la manifestación de la omnipotencia de Dios, el eterno, el absoluto: "El que es" según su respuesta a Moisés. Los católicos creemos que antes del principio sólo existía Dios como afirma San Juan en la primera frase de su Evangelio. Desde el principio de los tiempos, se anunció durante muchos años la llegada del Mesías al llegar la plenitud de los tiempos. El pueblo elegido recibió mucha información a través de los profetas sobre este acontecimiento: Hijo de una virgen, precedido de un heraldo que prepararía al pueblo anunciando la llegada de un rey cuyo reinado sería permanente y permitiría la reconciliación con Dios al que los padres de la humanidad habían ofendido utilizando los privilegios recibidos de inteligencia, libertad y voluntad para embriagarse de soberbia y enfrentarse con Él perdiendo así la intimidad que disfrutaban. El hombre se fue, como el hijo pródigo de la parábola, a disfrutar de sus privilegios en otras tierras donde los utilizó de forma inadecuada empobreciéndose hasta llegar a una degradación lamentable. Llegada la plenitud de los tiempos, se cumplieron todas sus profecías y nació El Mesías, en Belén según se había profetizado, hijo de una virgen llamada María, precedido de un heraldo llamado Juan el Bautista. Ese día se celebró la primera Navidad en un pesebre visitado por pastores y reyes. Y todas las profecías se cumplieron según lo esperado durante tantos años finalizando con ello el tiempo de los profetas para comenzar la plenitud de los tiempos: Tiempos de Revelación y Redención. Revelación para conocer la Verdad sobre Dios con palabras humanas pronunciadas por el mismo Hijo Unigénito de esa personalidad Trinitaria que es Dios y que nuestra limitada inteligencia, incapaz de comprender, acepta porque "Él" nos lo ha revelado. Revelación también del Camino que lleva a la Vida Eterna a través de esa Redención que Dios Hijo nos ofrece al hermanarse con nuestra humanidad y abrirnos, con el sacrificio de su muerte en la cruz, las puertas de la resurrección. Desde entonces somos hijos de Dios y celebramos la Navidad cada año para conmemorar el nacimiento del Mesías. El Hijo unigénito de Dios que, respetando nuestra libertad, inteligencia y libertad, nos ofrece la oportunidad de regresar con humildad a la casa de El Padre donde nos espera rebosante de amor para hacernos de nuevo partícipes de su eterna intimidad. Este año celebramos el 2010 aniversario de la primera Navidad. Una celebración sin ningún carácter conmemorativo para mucha gente que parece haber olvidado el origen de ese importantísimo acontecimiento. Es lamentable que nuestros hijos no conozcan la verdad de esta navideña conmemoración tan transcendente por culpa de nuestra frivolidad ante cosas tan importantes que tendría que ser prioritarias para un católico que se dice creyente y que supuestamente debería además practicar porque resulta bastante absurdo tener cualquier profesión y no ejercerla.
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