Desde el Gobierno se ha tratado insistentemente de inculpar exclusivamente al sector de los controladores por los tristes episodios del fin de semana. Resulta fácil manipular la opinión pública demonizando exclusivamente a los trabajadores.

Ahora bien, cabe preguntarse qué "quantum" de responsabilidad tiene el Ejecutivo en la decisión gremial que, por todos los medios, busca eludir a través de sus voceros, ministros y periodistas adictos, deformando la realidad a su gusto y conveniencia.

Respecto a los primeros, menciono al señor Gaspar Zarrías, de triste actuación en las negociaciones de la ley de cajas con nuestra Xunta. Entre los segundos al ministro Blanco y al vice-presidente Rubalcaba, y entre los terceros, a la señora María Antonia Iglesias y Henric Sopena, ambos opinadores del programa La Noria.

Veamos la actuación coordinada de cada uno de ellos: el señor Zarrías aparece en TV comentando que miembros importantes del PP estuvieron conspirando en los días previos con representantes sindicales de los controladores y sin decir claramente sobre qué temas conversaron, dejó deslizar que de aquella reunión, dado el afán maligno que persigue al partido opositor, se temía lo peor. Los ministros demonizaron a los controladores, pasándose por alto el hecho previo de que los controladores venían avisando desde el aeropuerto de Lavacolla, de la laguna existente en la ley respecto al cómputo de días trabajados.

Los periodistas mencionados, en una clara demostración de difamación, dieron por cierto los dichos de Zarrías y, sin ningún rubor, trazaron su estrategia de inculpación al PP –en el mencionado programa– vociferando y alegando sobre la perversión consuetudinaria de sus dirigentes que conspiran a espaldas del gobierno mientras le tienden la mano para buscar una solución a los cientos de miles de damnificados. O sea, hicieron parte del acostumbrado libreto del calumniador: ¡miente, miente que siempre algo quedará!

Confieso en que casi caigo en la tentación de creerles a todos, pero a poco de indagar y de escuchar al señor Zarrías entrando en directo al programa, al ser preguntado para que precise sobre las reuniones, citando nombres, día y hora de las reuniones, desveló que fue en un almuerzo en el Senado entre el representante parlamentario del PP y un vocero de los controladores. Claro que no aclaró que en dicho almuerzo también estuvieron los representantes de todos los demás partidos políticos excepto el PSOE (o sea con luz y taquígrafos). Con lo cual pienso que me tomó por un incauto al que quiso convencer con torticera argumentación. Los ministros nunca me dijeron que venían recortando derechos desde el mes de febrero y que desde mayo, firmado el nuevo convenio salarial, no habían advertido que faltaba reglamentar aspectos fundamentales del mismo. Y eso, en buen romance, se llama falta de gestión, incompetencia profesional o como se le quiera llamar. En cuanto a los periodistas... en fin... creo que le hice un favor a mis oídos, apreté otro número del control y puse fin al intento de burla que supone dar crédito a sus comentarios sesgados por no decir subvencionados.

Después de la indignación inicial, me puse a pensar en las consecuencias de la militarización, el estado de alarma en esta incipiente democracia y me sobrevino la duda sobre si estas medicinas, recetadas en "caliente" acaso sirvan para la próxima huelga que se avecina y que ya está anunciada. Fue entonces cuando me acordé del padre de Mariluz Cortés y la negativa del gobierno a aumentar las penas de los delincuentes y legislar sobre la cadena perpetua, precisamente por la inconveniencia de legislar en caliente ¿se acuerdan? Pero en esta ocasión pareciera que, frente a la sorpresa que produjo una medida tan "inesperada" como la "huelga salvaje" de los controladores, funcionó el garrote "caliente" de la ley y todo se arregló. Por ello mi estupor y mis dudas aumentaron... ¿servía entonces improvisar y legislar sobre la marcha, o sea, en caliente? Mientras cavilaba sobre dichos pensamientos me puse a tararear aquella canción emblemática de la izquierda progre que constituyó un himno encubierto frente a la opresión de la tiranía... ¿se acuerdan? Se trata de "Libertad sin ira" y que en una de sus partes dice así: "Dicen los viejos que este país necesita, palo largo y mano dura, para evitar lo peor, pero yo solo he visto gente que sufre y calla, dolor y miedo, gente que solo desea, su pan su cena y la fiesta en paz. Libertad, libertad, sin ira... libertad".

Qué tiempos extraños estos, donde los tutores y propietarios de la cohesión social –maldiciendo con la boca ancha a los Neocon– pero abreviando la comisura con vergüenza, nos anuncian privatizaciones parciales, congelación de pensiones, disminución de salarios, y eliminación de ayudas al desempleo de larga duración y como guinda de postre militarización forzosa que en buen romance se traduce: "Palo largo y mano dura", pero esta vez... ¿será para evitar lo peor? Personalmente, me inclino por libertad, libertad, sin ira que traducido al buen romance se llama disolución de Cortes y convocatoria electoral, ya.