Hoy es un día muy especial para mí en el que, una vez más, aflorarán numerosos recuerdos y heridas sin cerrar. Se cumplen 34 años del asesinato de mi hermano Xosé Humberto Baena Alonso por el régimen franquista. Mi hermano "Piter", al que así le llamábamos su familia y amigos, fue uno de las cinco últimas personas ejecutadas en España el 27 de septiembre de 1975. Fue acusado de la muerte de un policía, crimen que no pudo cometer porque no estaba en el lugar del asesinato ese día. Torturado, fue obligado a firmar una confesión y sometido a una farsa de juicio en el que no se presentó una sola prueba de su culpabilidad.

Mis padres fallecieron sin poder ver como se limpiaba el nombre de su hijo y, aunque es tarde para ellos y para muchas víctimas del Franquismo y de la Guerra Civil española, necesito cerrar la profunda herida que esta injusticia dejó en mi familia.

No quiero revancha, ni una indemnización económica (a la que tienen derecho otras víctimas de graves violaciones de derechos humanos), sólo quiero limpiar el nombre de mi hermano, que el Estado reconozca su error, anule el juicio y se disculpe.

La Ley de "Memoria Histórica" no me ofreció una solución.

Permite recurrir al Tribunal Supremo las sentencias "ilegítimas" de una serie de tribunales, pero olvida a quienes, como yo, ya hemos hecho ese periplo y hemos recurrido sin éxito ante el Supremo y el Constitucional.

¿Por qué no puede España aprobar una Ley que anule los juicios injustos celebrados durante la Guerra Civil y el Franquismo, tal como hizo Alemania hace unos años con los juicios injustos del nazismo? Esa sería una solución adecuada, pero otra, más global, sería crear una "Comisión de la Verdad" que catalogue las violaciones y abusos cometidos contra los derechos humanos en esa época y que la Fiscalía General del Estado revise y anule, en su caso, y de oficio, los juicios injustos.

¿La receta para esto?: voluntad política y estatura moral.

El presidente Zapatero dice que su gobierno defiende los derechos humanos. Me parece estupendo, pero le pido que traduzca ese compromiso en hechos. Como hermana de una persona ejecutada por el Estado, sé bien el horror, el dolor y la tristeza que conlleva la pena de muerte.

Me pareció fantástica la iniciativa que Zapatero anunció en 2008 para impulsar una suspensión de las ejecuciones en todo el mundo, como paso previo para su abolición universal. Por eso le he pedido que impulse también la prohibición expresa de la pena de muerte en una futura reforma de la Constitución española, tal como le ha pedido Amnistía Internacional en varias ocasiones.

Verdad, Justicia y Reparación es todo lo que pido para cerrar la herida abierta en mi familia con este tema, que nos persigue desde hace más de tres décadas.

Porque para pasar página primero hay que leerla.

¿Es eso tan difícil tras tres décadas de democracia?