Desde que el gobierno del PP instauró la provechosa costumbre de cobrar un impuesto a los automovilistas para "mejorar" la prestación de asistencia sanitaria, la cosa no ha hecho más que empeorar. El gobierno bipartito, que ofrecía soluciones radicales cuando estaban en la oposición, se ha quedado como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. Las listas de espera no han disminuido un ápice y el cabreo en las consultas afectan a los dos polos de la atención médica: médico y paciente. Ambos están francamente descontentos. Los unos por que, aparte de carecer de medios para prestar una atención digna, no encuentran una salida profesional segura; y lo otros, porque a pesar de promesas, eternamente incumplidas, siguen padeciendo de unas "listas de espera" completamente desastrosas, que tratan de paliar mediante el recurso de acudir a los servicios de urgencias para recibir atención, con lo cual se origina el colapso de ésa rama de la asistencia que, en principio, está destinada a casos que no admiten espera. La situación pues, no tiene visos de solución a medio plazo, con las consecuencias negativas que para la población objeto de asistencia conlleva.

Lo más curioso del caso, es que los puestos burocráticos se multiplican. La sanidad está poblada de "áreas", "sectores" y subdivisiones variadas, que proporcionan sustento y acomodo a una población nómina de funcionarios que, aparte de encarecer ostensiblemente los servicios, producen una marea de papeles y trabas de todo tipo que impiden una asistencia eficaz, ágil y acorde a las necesidades de la población. Se argumenta, para disculpar este caso, que la población está envejeciendo, y demanda muchas prestaciones sanitarias. Pero si nos dejamos de historias, comprobaremos que la población gallega está envejecida desde hace largos años, y que éste hecho biológico, normal en una sociedad desarrollada, lejos de ser una disculpa para los gestores del sistema, constituye una acusación de imprevisión, dejadez e inepcia indisculpables.

Pero a pesar de todo lo anterior, el céntimo sanitario se sigue cobrando -y percibiendo- de forma escrupulosa, sometiendo a los usuarios de automóvil a un doble impuesto sanitario. Uno el que abonan a través de los impuestos generales, y otro el que sufragan cada vez que llenan de combustible el depósito del coche. Aquí no existe igualdad constitucional, porque unos soportan doble impuesto por el mismo servicio. Y si todavía sirviese para recibir una asistencia pronta y eficaz, aún tendría un pase el impuesto. Pero para seguir sufriendo listas y colas, la cosa no está nada bien. No tiene excusa. Sobre todo si se tiene en cuenta que el actual gobierno no ha renunciado al impuesto, que sigue cobrando religiosamente. Y nadie informa a los contribuyentes del monto que se recauda al cabo del año; ni muchísimo menos la forma en que se distribuye la cantidad allegada, que sería lo menos que se podría esperar de una Administración respetuosa con el interés ciudadano y con el bolsillo del contribuyente.

Urge conocer estas cuestiones porque de la información veraz, pueden surgir conclusiones importantes que ayuden a reformular el problema de la atención sanitaria y encontrar, de verdad, una solución realista. Desde luego, habría sorpresa. Sin duda.

Miguel Gamallo Agulló