La justicia acaba de condenar al Ministerio de Defensa a indemnizar con 40.000 euros a un Subteniente Contramaestre de la Armada por el acoso laboral sufrido durante años. No parece mucho por destrozar la vida personal y profesional de una persona, pero es un gran paso. Sienta un precedente.

Los destinos no pueden ser un infierno ni las barras y estrellas una licencia para pisotear al prójimo. La sentencia deja bien claro que un inferior no tiene porque ser inferior y también que la dignidad no la mide el escalafón. Pero dice algo más. Dice que los mandos que acosaron al Contramaestre no cumplieron con el deber de velar por las personas que tenían a su cargo. Que bajo los vistosos uniformes que lucían no había militares, había delincuentes. Y no lo digo yo. Lo ha dicho un juez.

Francisco Maceira o Ferrol