Una persona que quiere muchísimo me dijo hace unos días que ojalá pudiera sufrir la mitad de la angustia que entonces me invadía. Ella no fue consciente de que desde ese mismo instante ya sufría conmigo, y mi terrible tristeza se ahogó por un momento en su comprensión, en su apoyo, su ternura y su sonrisa. Me hizo reflexionar ese momento, de hecho tanto que dudé de que mi dolor fuera tan real y tan justificado como para hacer sufrir al que se entristece conmigo.

Sólo puedo hablar de mi experiencia y sé muy bien que, ante la tristeza personal, siempre estará la alegría de la amistad verdadera, que ante el propio fracaso siempre estará el éxito del que te quiere, que ante la escasez siempre estará la desprendida mano del que está a tu lado, que ante la angustia, siempre tendrás el reposo del corazón de un amigo, y que ante el miedo, alcanzarás la confianza en el sincero abrazo de la amistad.

Aunque de momento no pueda expresar mi gratitud con hechos, sí lo puedo expresar con palabras, aunque mis palabras las escriba desde un triste desánimo, pero que a pesar de todo no flojearé ni un instante cuando deba ser yo quien ofrezca mi confianza, mi sincero abrazo, mi corazón o mi mano al gran tesoro de la amistad, que pocas veces valoramos, raramente agradecemos y sin embargo nunca olvidamos, porque pese a las muchas dificultades, pese a momentos de confusión, la propia experiencia, y mi sincera opinión, me dice que no tendré suficientes alagos para el que expresa con un gesto amable una palabra de apoyo, o una lágrima de comprensión, el más increíble de los sentimientos, el de la amistad. Ellos saben los que son, y yo no olvidaré jamás los que están, han estado y estarán.

Almudena Vázquez Fernández - Vigo