Siempre nos quejamos de lo mal que está el trabajo, con razón, y hablamos de las injusticias que cometen los empresarios para exprimir al máximo a los trabajadores, pero, sin embargo, nos olvidamos de los muchos autónomos con pequeños negocios y de sus familiares, pese a ser uno de los elementos fundamentales que sostienen el país, con sus servicios y sus impuestos, que pagan enteramente, al contrario que muchas de las grandes empresas, generalmente extranjeras. Sin embargo, son muchas las trabas e injusticias que se cometen con los autónomos, como sucede con las bajas por enfermedad, pero fundamentalmente con sus familiares, elegidos para ocupar los empleos que el negocio familiar genera en muchos de los casos y por razones más que obvias, pues ¿quién no le daría trabajo primero a un familiar que a otra persona? y más en el caso de un hijo que será el futuro de la pequeña empresa de la que está orgulloso su padre.

Pero, por increíble que parezca, estos empleados, pues es lo que son en el fondo, no tienen derecho a paro, por el simple hecho de ser familiares, negándoseles así un derecho que sí disfrutan el resto de los ciudadanos, incluso el recluso que sale de la cárcel, que obtiene así, comparativamente, más beneficio, equiparándose delitos tan antagónicos como robar y ser familiar empleado por autónomo.

Esa es, por tanto, una de las graves situaciones de empleo precario que tiene que solucionar también el Gobierno, pese a que nadie la incluya, para que se valore justamente a los parientes de aquellas personas que realmente arriesgan su dinero y ahorros para sacar adelante el activo del país y dar empleo, también a los suyos.

Guillerme Peres Agulla - Pontevedra