No me acuses de insensible porque no me suscite un sentimiento de dolor verte en la cruz, sentimiento robado por el poeta anónimo. Tu revelación como Hijo de Dios se produjo antes y después de este instante supremo. Nada cambiaría en Ti si hubieses muerto de otra manera. Históricamente, posible; eclesialmente, mucho; teológicamente, en absoluto. Si el foco de la vida se centrara en la cruz, no celebrarías la cena pascual para perpetuar tu presencia en el mundo más allá de un icono. No importa tanto el cómo y el dónde cuanto el porqué. En el porqué radica tu grandeza divina.

Como discípulo parece obligado asumir la cruz como un bien, pero eres más significativo en el ágape. Supone una

creencia; un vestido nuevo de la conciencia; una convicción de necesidad de Ti, una confianza infinita en Ti. Queda explicado para no ser piedra de escándalo.

En poco tiempo, Señor, este país, adalid de tu causa en las cruzadas, actor de la fe expresa en la acción evangelizadora y en el arte de la piedra catedralicia, de la pintura y de la saeta, inspirador de la Semana Santa, ha pasado a ser aconfesional de "facto", aunque ya lo era constitucionalmente a raíz del tránsito de la dictadura a la democracia. Digo de "facto" porque la fe en Ti no deja de ser una anómala concepción existencial si no se refiere a una ideología política que no admite ateos. Tan afín la política con la religión a la hora de fijar la felicidad humana en el futuro, resulta un extraño efecto que el país sea aconfesional en tanto que la política se dogmatiza.

Creo, Señor, que a la cruz que tanto sobrecoge y que yo la centraría en el irreversible hecho de la muerte, le supera la palabra, hecha vida, milagro, perdón, caridad, revelación. La misma que Chésterton deseaba que se pusiera en juego por la ideología gobernante sabedor de que sería lo mejor para vivir en paz y en armonía, pero que nadie se atreve por vanidad y estupidez humana.

Vigo no puede esperar a que la historia defina su línea de comportamiento cívico-religioso. No todos los pueblos te tienen a Ti como confidente de su devenir socio-político. Este paseo triunfal por sus calles tiene que suscitar un efecto superior que el del mero hecho de ser parte de un programa festivo. Primero, porque no es equiparable y segundo, y final, porque está en juego la esencia del ser humano desde un prisma trascendente.

Para ello ha de partir de la fe que no de una herencia ancestral y emotiva. Por parte del clero, centrándose más en su pastoral personal que canónica; por parte de los políticos ajustándose a una ética natural y religiosa insita en la persona; por parte del pueblo no dejándose zarandear por los cantos de sirena del post modernismo.

El pueblo te quiere, a su manera, te quiere. Ignoro si este excitante número de gente busca en Ti al médico de urgencias, pues en el fondo sigue creyendo en tu alquimia al paso por Israel, o más bien se asienta en el "por si acaso" de Anatole France. Cualquiera que sea la verdad ontológica del sentimiento humano-religioso, pienso que ha llegado la necesidad de que se produzca una purga total de pensamiento y obra para que esta bella estampa del crepúsculo en la Puerta del Sol no sea un espejismo más de cuanto discurre en la vida humana en lo relacionado contigo. Lo relacionado contigo debería notarse en la convivencia, cualquiera que fueran la siglas del partido gobernante. Presiento que el país no vive su mejor momento histórico. Con tanta hipocresía vertida en una Constitución pisoteada en la acción y en la intención, no es extraño que el pueblo acuda a Ti como arreglador de un mundo revuelto y nervioso. Escucha, Señor, este ruego final.

Félix J. Eguía - Vigo