No sé si fue porque estamos en días de prostitución de las palabras por lo que ayer ojeaba yo el último libro de Valérie Tasso, una mujer atractiva y culta que fue ramera voluntaria y de alto standing por un año, con títulos universitarios para darle más carácter académico a la mercantil coiunda. Valery hablará en el Club FARO esta semana con ese antiguo encanto que como perfume exhalan las francesas, pero yo tenía ayer sobre la mesa, al lado de su libro, aquel otro que sobre la prostitución escribió hace unos años María Xosé Porteiro, ahora feliz embajadora de Galicia en Buenos Aires: "Cobardes". Miro hacia atrás y doy gracias por no estar en mi expediente pago prostibulario alguno, aunque no fueran ajenas a mi mirada voyeur casas de lenocinio, holganza y malvivir acreditadas y haya salido a nochear no pocas veces con finas pupilas de Venus como amigas de paso, bebidas y risas. Y es que la relectura del libro de María Xosé Porteiro fue como un espejo retrovisor inapelable, una alevosa emboscada a mi memoria, que es la del tiempo de los que exprimimos como zumo los años 70 y 80 de esta ciudad y todas las ciudades, los que degustamos sus sabores dulces, ácidos o amargos.

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Con tres historias paralelas Porteiro hizo una sinfonía de pasiones novelada, una escala cromática de vivencias de ese mundo sórdido en que las notas dramáticas se mezclan con allegros con brio e ma non troppo, contrapuntos, trinos y algún do de pecho enmascarado. A través de ese libro, que ya no está a la venta, puedes entrar en la vida de Vigo en los setenta pero también en las noches de marcha de los 80, los lazos de Daquino, la coca imponiendo su reinado... En ese escenario sitúa una trama que tiene como eje el tráfico de mujeres, su prostitución y las redes de proxenetas que operaban en el norte de Portugal y Galicia, en un ensamblaje de ambientes degradados y mezquinos. Hoy, con la entrada de las redes criminales del Este,la realidad ha hecho pequeña esta historia con alma de novela.

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De ayer a hoy pasaron muchas cosas en en ese mundo subterráneo que la gente no conoce. Por ejemplo la maduración de la urdimbre de redes mafiosas en Galicia, el paso a la mayoría de edad delictiva al mismo tiempo que el Winston de batea y contrabando cedió su trono a la venta de farlopa y aparece la conexión gallega con Colombia... En la prostitución, el capital aplicó también la vieja máxima marxista de la utilización de mano de obra de reserva: las españolas iniciales abandonaron los estratos más bajos ante la competencia de las portuguesas, éstas fueron arrinconadas por las latinoamericanas y después esas esquinas seminales fueron ocupadas por las reservas de explotación africanas y de mujeres del Este. De aquellas "hermanitas del pecar" de antaño y esas pobres del Tercer Mundo que hacen la calle en Beiramar a esos cuerpos esculturales dignos de Venus que hoy se ofrecen con Visa en casas con yacussi o en una inmensa mancebía viguesa que llaman la T-4, hay una diferencia abismal. Pero una nueva sensibilidad está naciendo, que considera un acto grosero tal consumo. Y ahí viene la pregunta: ¿Hay que legalizarla, prohibirla o abolirla?