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Opinión

El mejor truco para conseguir lo que quieres

Tengo un hijo que sabe pedir. Y no es algo tan común, porque al cambio tengo otros dos que lo hacen de pena, tan pronto como empiezan la frase ya me invaden unas ganas terribles de decirles que ni de broma.

En realidad nunca había conocido a nadie que tuviera ese talento y ni siquiera tengo claro que saber pedir puntúe como tal, pero sea como sea, a mí me está llevando a la ruina mientras que a él le va todo de maravilla.

Pide siempre en un tono calmado, sin ningún tipo de inquietud, deletreando M A M Á muy despacio y acompañando su petición con frases del tipo: «Me vendría bien esto, pero sólo cuando se pueda», «Si tú lo ves poco oportuno, entonces no», «Me gustaría mucho, pero también puedo esperarme», «Si eso te intranquiliza, olvídate» …

Es así, pide bien, hay que reconocérselo. Yo cada vez soy más pobre y a él la vida le va como un cohete. La razón no estriba en que sea su madre y por ende una blanda que se derrite sólo con verle la cara, no. Eso también, pero no.

El otro gran talento que tiene mi hijo es que sabe hablar muy bien por teléfono. Y entonces, claro, si juntas que te llame y que te pida algo en el mismo acto, pues ya, rendición total. Resulta curioso porque los jóvenes usan actualmente el teléfono para mil cosas distintas, pero casi nunca para llamar. Supongo que de alguna manera él conoce sus buenas mañas y sabe que con un audio o un WhatsApp resulta insuficiente y que lo que de verdad funciona es una llamadita a mamá. A veces cuelgo con una sonrisa bobalicona y me quedo parada unos instantes hasta que me pregunto: «Pero, ¿qué me pidió?, ¿a qué le he dicho que sí?

Lo consigue todo, estoy vendida. Hace que sienta que en ese preciso momento nuestro entendimiento maternofilial es perfecto y eso me provoca tal satisfacción, que negarme a lo que me pide, resulta imposible. Con mis otros hijos ese vínculo cuesta más por razones incluso de simple lenguaje. El otro día, por ejemplo, mi hija me mandó un mensaje de WhatsApp en el que me contaba un problema con una amiga suya, y le puse: «Peccata minuta, no le des coba». Me contestó con un montón de emoticonos de sorpresa extrema, diciéndome que no entendía el significado de ninguna de esas palabras.

Nunca le había dado demasiada importancia a esos talentos de mi hijo, hasta que esta misma mañana en el coche me invadió una especie de luz mental, un descubrimiento. Y si mi problema fuese que pido fatal. Y si lo que va mal en mi vida tuviera como origen que no sé pedir, porque lo hago con prepotencia, porque doy por hecho que lo merezco o porque pido muy bajito.

Y si el truco fuese pedir como si sólo estuviera llamando a mi madre.

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