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Opinión

Vigo

‘Sayonara, baby’

Vehículos de MG a la venta en Vigo.

Vehículos de MG a la venta en Vigo. / Zina Móvil

Ahora que mi colega Adrián Amoedo ha desempolvado los planes de la china SAIC (igual así no les suena, pero si les digo la marca MG —¡ojo, spoiler: hace tiempo que dejó de ser británica— seguro que sí) para instalar una planta de coches en Españay sortear los aranceles de la UE, con Galicia —en concreto, el área de Vigo, la Plisan— en el punto de mira, no puedo evitar recordar, con cierta nostalgia, proyectos similares que fracasaron y que podrían haber revolucionado (más) nuestra industria. Ruego que no se repitan los mismos errores, que no tropecemos otra vez con la misma piedra. Nos jugamos mucho, y no estamos como para desperdiciar inversiones, vengan de donde vengan.

Algunos de esos proyectos fallidos me los contaron periodistas de la vieja guardia, todos felizmente jubilados, como Luis Piñero y compañía. Otros, en cambio, los viví en primera persona. Muchos vigueses quizá no lo sepan, pero en los años ochenta —en plena reconversión, con manifestaciones día sí, día también— Toyota, el mayor fabricante de automóviles del mundo (me pregunto cuándo llegará el sorpasso chino, porque llegará), sobrevoló estas tierras con la intención de instalar la que habría sido su primera planta en Europa. Me imagino la cara de los nipones, tan correctos ellos, al ver las barricadas en las calles antes de decir: Sayonara, baby.

De los 80 saltamos a finales de los 90 y principios del siglo XXI. Otra oportunidad frustrada, menos conocida: BMW estudió instalarse en Galicia como alternativa para una nueva fábrica que finalmente acabó en algún país de Europa del Este. Oficialmente, por costes laborales. Extraoficialmente, sospecho que también influyó la cercanía con su cuartel general bávaro, o el idioma, vaya usted a saber. ¿Se imaginan que hubiera cuajado? Esto parecería Mallorca: lleno de cabezas cuadradas rubitas como la que escribe. En fin, otra para el álbum del llanto industrial.

Tanteos recientes

Y hay más: tanteos recientes de SAIC, BYD o incluso Tesla. Algunos meras exploraciones, otros con planes más serios. Pero de todas esas historias, la que más me dolió cubrir fue la espantada del consorcio nipón formado por Mitsubishi (sí, sí, la misma Mitsubishi que acaba de comprar la concesión de las autovías del norte de Portugal, como recoge hoy Víctor Currás) y GS Yuasa, que planeaba abrir en el área de Vigo la primera gran fábrica de baterías de ion-litio de Europa. Han leído bien: la primera. ¿Se imaginan lo que eso habría supuesto?

Pues bien, una combinación de errores garrafales y mala suerte abortó una inversión milmillonaria. Galicia había ganado la carrera frente a rivales como Austria. Teníamos todo a favor: incluso el visto bueno de PSA Peugeot Citroën (ya les adelanto que ningún proyecto automovilístico se asentará aquí sin el plácet de quien gobierne Balaídos desde la distancia). Lo teníamos todo… menos los terrenos. La inseguridad jurídica de la Plisan (hoy resuelta, por fin, tarde piaches) hizo que los japoneses reculasen. El tsunami de 2011 remató la faena, frenando en seco las inversiones niponas en el extranjero.

Entre tanto, algún político y representantes empresariales culparon del fiasco a los medios —a mí en particular— por airear el proyecto y, con él, las miserias con la falta de suelo. ¡Qué fácil culpar siempre al mensajero!

En fin, a ver si esta vez, con acento mandarín en lugar de japonés, tenemos más suerte. Que no vuelva a sonar el mismo adiós de siempre: Sayonara, baby.

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